El técnico Sergio Fernández (izquierda), junto al atleta marroquí Abdelaziz Merzougui, durante su confinamiento en Marruecos.

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El pasado día 12 de marzo, un grupo de atletas marroquíes pertenecientes al ADA Calvià partieron rumbo a Marruecos con el objetivo de realizar una preparación en una residencia situada cerca de la montaña de Agadir junto a sus entrenadores Sergio Fernández y Johny Ouriaghli. Pero lo que debía ser un mes de intenso entrenamiento se ha convertido en una auténtica pesadilla. En unas semanas de constantes negociaciones para poder regresar, literalmente tirados y sin medicamentos, que acabó finalmente ayer en su vuelta a la Isla en un vuelo de repatriación....

La odisea arrancó al día siguiente de su marcha. El día 14 se decreta el estado de alarma en España producido por la crisis sanitaria del coronavirus y su viaje comienza a torcerse. Su intención pasaba por regresar a Agadir y de allí a Ceuta.

Pero la Gendarmería Real de Marruecos, que les habían estado buscando en los últimos días, les comunican que deben confinarse de forma inmediata porque en el vuelo del día 12 habían compartido el avión con un infectado de COVID-19.

«Condujimos durante toda la noche unos 750 kilómetros hasta Ifrán, donde debíamos permanecer al ser el lugar de la última etapa del viaje. Una vez ahí, nos visitaron médicos y autoridades para notificarnos de nuevo la cuarentena, que se prolongaría hasta el día 26 de marzo», explica Sergio, uno de los entrenadores y que también varió su agenda. Porque su idea era regresar el día 21, ya que Johny Ouriaghli se incorporaba al grupo el día 20. Lógicamente, la situación mantuvo al primero en Marruecos y al segundo en España.

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Se da la circunstancia de que Sergio padece de Nefropatía crónica, una enfermedad rara que describe la pérdida de la función renal y que necesita ser tratado con un medicamente caro y difícil de conseguir. El entrenador había viajado para una semana, por lo que llevabas las dosis necesarias para ese tiempo. Pero al estar confinado y alargarse su estancia en Marruecos, la enfermedad supuso un motivo más de preocupación.

Después surgieron los problemas con la embajada, el consulado, el Ministerio de Exteriores y el Govern balear: «Estuvimos en contacto con todos ellos, que se mostraron tan amables como poco resolutivos. No nos dieron solución alguna, las aerolíneas no daban abasto. Nos sentimos olvidados», apunta Sergio. «La ayuda que recibímos fue gracias a los amigos y conocidos, pero no por el consulado. La gente aquí es muy humilde y no sabemos cómo pagar su ayuda».

Los días pasaban y el consulado seguía sin aportarles soluciones a pesar de que conocían la enfermedad de Sergio. Se desentendían de las llamadas del entrenador y de su mujer Isabel, que le acompañaba debido a la enfermedad. Cada vez había menos medicamentos y la esposa de Sergio, que es médico, se sentía impotente. Necesitaban con urgencia el medicamento.

Por suerte, el matrimonio se encontraba confinado junto al atleta Abdelaziz Merzougui, que gracias a sus contactos en Marruecos pudo localizar a una farmacéutica. El problema ahora pasaba por conocer el nombre del medicamento en el país. Nadie sabía nada. Ya era viernes día 20 de marzo y apenas quedaban dos dosis. Ese mismo día, el consulado contestó para indicarles el nombre del medicamento, aunque lo consiguieron por «un tema médico gracias al seguro y previo pago de 260 euros». Ayer, después de unas semanas que no olvidarán, por fin regresaron al calor de su hogar.