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El excorredor del Kelme Jesús Manzano describió ayer en el juicio de la ‘operación Puerto’ una trama de dopaje masivo en el equipo Kelme puesta en práctica por el médico Eufemiano Fuentes y su hermana Yolanda con el conocimiento y la colaboración de sus directores técnicos, Vicente Belda y José Ignacio Labarta.

Manzano, que en 2004 se convirtió en el primero en denunciar las prácticas de dopaje en el ciclismo español y que ejerce la acusación particular contra los cuatro anteriores, habló durante su declaración como testigo del suministro sistemático de medicamentos a los corredores -algunos de origen animal- y de extracciones y reinfusiones de sangre.

Según su relato -en el que también implicó en la trama a los médicos Alfredo Córdova y Walter Viru, este último afincado en Valencia-, Fuentes era el encargado de hacer la planificación médica de la temporada después de que Belda decidiera las carreras en las que iba a participar cada ciclista, mientras que Labarta programaba los entrenamientos.

A título de ejemplo, señaló que cuando a un corredor se le realizaba alguna extracción de sangre -les sacaban un litro, en dos bolsas de 500 mililitros-, Labarta le programaba entrenamientos suaves para los días posteriores, de 60 u 80 kilómetros, a un ritmo lento y sin pasar de un determinado número de pulsaciones. Mientras tanto, Belda, que dirigía el equipo, era el encargado de remitir a los ciclistas a Fuentes, al que se refería como ‘el canario’, y en ocasiones el que durante las carreras les daba medicamentos, como unas pastillas a las que llamaban ‘cuadriculadas’ y que tenían por objeto eliminar por el sudor y la orina la albúmina y el suero con los que habían disimulado el hematocrito alto.

Inyecciones de EPO

El hematocrito o nivel de viscosidad de la sangre -cuanto más alto, mejor rendimiento físico- se subía mediante inyecciones de EPO, un medicamento de uso hospitalario que se administraba por vía intravenosa o subcutánea en tratamientos que duraban un mes y después de los que había que parar doce días para eliminar los restos. Era al término del proceso cuando se extraía la sangre, que se guardaba para posteriores reinfusiones.

A veces, la EPO se administraba durante las carreras, por lo que Fuentes proporcionaba a los ciclistas unos ‘polvos blancos’ que eliminaban las proteínas de la orina e impedían detectar esta sustancia en los controles de la Unión Ciclista Internacional (UCI).

La UCI también vigilaba el nivel de hematocrito, por lo que los responsables del equipo hacían que primero pasaran los controles de este organismo los corredores que no tenían problemas con él.

«Los de hematocrito bajo bajaban antes al control, mientras a los demás nos inyectaban albúmina humana y suero (que aumentan la fluidez de la sangre). Si nos pinchaban en el brazo izquierdo, para el control ponías el derecho», dijo ayer Manzano.

El testigo aseguró que todos sus compañeros en el Kelme, en el que corrió de 2000 a 2003, se sometían a estas prácticas, salvo uno, que tenía problemas en las venas de las piernas. También dijo que era el equipo el que se hacía cargo del coste de los tratamientos, que además de EPO incluían HMG -una hormona femenina, por lo que Fuentes extendía recetas a nombre de su hermana Yolanda- y medicamentos de origen bovino como Actovegin o canino como Oxiglobin, entre otros. «Había cachondeo con esto. Belda decía: ‘Unos días van ladrando y otros mugiendo’», contaba Manzano.