Elena Gómez muestra el oro logrado en el Mundial 2002, en el Centre d'Interpretació de l'Esport.

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El deporte español se prepara para celebrar los diez años de una gesta que todavía preside los anales de la gimnasia artística femenina de nuestro país. Corría el mes de noviembre de 2002 cuando el nombre de Elena Gómez Servera (Manacor, 1985) saltaba a las primeras páginas con motivo del Mundial de Debrecen (Hungría). Con 17 años recién cumplidos, la joven gimnasta isleña se convertía en la primera española (y todavía única) que se coronaba campeona del mundo de esta especialidad, en la modalidad de suelo. Una década después, el oro de Debrecen sigue siendo un icono.

Elena abrió una senda que contaba con antecedentes en categoría masculina (Jesús Carballo, Gervasio Deferr...) y a la vez alimentó las esperanzas de una medalla olímpica que se le escapó en Atenas 2004, de donde se marchó con los diplomas en el concurso completo y por equipos, encarando la recta final de una modélica trayectoria que llegó a su fin cuando sus problemas físicos le llevaron a hacer pública su retirada en 2006.

Presente

Desde una nueva perspectiva, la manacorina sigue vinculada al deporte al que dedicó buena parte de su vida. La formación de jóvenes gimnastas, que le profesan admiración, en el club al que da nombre y su puesto en el área de Esport i Dona del Govern ocupan el grueso del tiempo de aquella niña que un día dejó el Cor Olímpic para ponerse a las órdenes de Jesús Carballo en el CAR de Madrid, con el fin de alcanzar el sueño que toda gimnasta persigue: convertirse en campeona del mundo.

«Lo recuerdo con alegría. Todo salió rodado. Me gustaba la marca de los aparatos, el ambiente, el hotel, la comida... Era todo demasiado perfecto», comenta Elena con una amplia sonrisa dibujada en el rostro de la mallorquina que, a ritmo de swing, enamoró a todo el planeta con un ejercicio de suelo que le hizo entrar en la Historia. Un privilegio que mantiene en el presente y cuyo recuerdo ha compartido con Ultima Hora diez años después.

Su título de campeona del mundo, tras imponerse en la final con una puntuación de 9.487 a la holandesa Van der Leur (9.350) y la estadounidense Sheehan (9.325), sigue presente en la retina de los puristas de la gimnasia artística y de la propia protagonista. «En ese momento, estaba en otro mundo. Era muy feliz... no paraba de sonreír», recuerda emocionada Elena, que con el paso del tiempo admite que «soy consciente de lo que conseguí. También porque ayudó a que muchas niñas eligieran nuestro deporte. Hubo un 'boom' y soy feliz de haber contribuído a ello».

Bronce mundialista, medallista contiental y en la Copa del Mundo, multicampeona de España y poseedora de una larga colección de distinciones, la mejor gimnasta española (en artística) de todos los tiempos se mostró sorprendida por la repercusión social y mediática de su oro mundialista. «Cuando llegamos, los entrenadores me dijeron que había mucha prensa esperándonos. Me daba vergüenza, llevaba unas pintas (risas)... Jamás pensaba que pudiera interesar tanto», rememora una década después del logro que situó finalmente a España entre la aristocracia de la gimnasia artística mundial. «Este oro hizo que nos miraran de otra manera, aunque siempre por equipos habíamos estado delante», apunta la exgimnasta.

De aquel 24 de noviembre de 2002 conserva frescos en la retina muchos momentos, pero en especial «varios flashes. El primero es cuando salí a competir. Carballo (el seleccionador) me hablaba para distraerme y así no mirar el marcador para saber cómo iba la competición. Pero lo hice y ví que era posible la medalla». Otro se centra en el propio ejercicio. «En un momento, eran tres giros y una carpa con giro, pero me salieron cuatro y eso el público lo valoró y me dio un plus de energía», prosigue, para concluir que cuando salió la nota y ya era campeona del mundo «recuerdo el abrazo con Carballo y estar en el podio. No podía dejar de sonreír, miraba a mis padres...».

Popularidad

Ese título la hizo popular en todo el país «aunque lo único que cambió para mí fue la forma de verme de la gente». Desde ese punto, la presión para lograr medalla olímpica en Atenas se elevó exponencialmente, aunque ese metal «es una espinita, aunque sabía que el mundo no se acababa por no ganar medalla allí».

Optimista con el futuro de la artística femenina, Elena Gómez sabe de la exigencia de su deporte y lo mucho que ha sacrificado para ser una leyenda. «Ha valido la pena, y por eso quiero seguir en la gimnasia artística. Con ella he aprendido muchas cosas que me ayudan en la vida cotidiana y he vivido momentos inolvidables, como el título mundial», finaliza la heroína de Manacor.

«Con el tiempo soy consciente de lo que conseguí; en ese momento, estaba en otro mundo. Era feliz... no paraba de sonreír»