Andrés Iniesta celebra el primer gol de Barça | Albert Olivé

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BARCELONA: Valdés (); Alves (), Mascherano (), Abidal (), Adriano (), Busquets (), Xavi (), Iniesta (), Pedro (), Villa () y Messi ().

Cambios: Keita (s.c) por Iniesta y Cuenca (s.c) por Villa.

VIKTORIA: Cech (); Rajtoral (), Bystron (), Cisovsky (), Limbersky (), Jiracek (), Horvath (), Petrzela (), Kolar (), Pilar () y Bakos().

Cambios: Duris () por Bakos; Fillo () por Pilar y Darilla (s.c) por Petrzela.

Àrbitro: Aleksandar Stavrev (MKD). Sin amonestados.

Goles:

1-0, minuto 10, Iniesta.

4-0, minuto 82, Villa.

Un gol de David Villa a ocho minutos para el final sentenció (2-0) un partido extraño para el Barcelona, muy superior al Viktoria Plzen durante todo el encuentro, pero incapaz de resolver el choque en la primera mitad, cuando dispuso de infinidad de ocasiones para golear a su rival.

Inspirado por la magia de Iniesta, el Barça impuso su juego desde la primera jugada: una maravillosa asociación al primer toque entre el centrocampista albaceteño y Villa que Pedro no acertó a convertir en gol.

Del de Fuentealbilla llegaría a continuación un repertorio de quiebros, caños, fintas y cambios de ritmo y el gol que abría la cuenta a los diez minutos, una pequeña obra de maestra que empezó con una doble pared entre Iniesta y Messi y que acabó con un definición sutil del primero previo sombrero a un desconcertado Cisovsky.

Minutos antes, Alves había intentado imitarle combinando doblemente con Messi pero envió el balón a las nubes cuando ya se había plantado solo ante Cech.

Se intuía que hoy el Camp Nou podía vivir una gran noche, pero los azulgranas se quedaron a medio camino de confirmar tantas expectativas.

El Barça jugó con su rival durante todo esa primera mitad. Y si Pedro, Villa y un ansioso Messi no hubiesen tenido el punto de mira desviado, los checos podrían haberse marchado al descanso con media docena de goles encajados.

El Viktoria, un equipo noble, inocentón y voluntarioso a la hora de salir con el balón jugado, lograba transitar con cierta facilidad hasta la línea de tres cuartos. Pero a partir de ahí, las defensa azulgrana engullía una y otra vez cualquier propósito de acercamiento a las inmediaciones de Valdés.

Con el 1-0 se llegó al descanso, después de que Messi estrellara un lanzamiento de falta en el palo. Que los de Pilsen enfilaran el túnel de vestuarios perdiendo solo por la mínima resultaba poco menos que un milagro.

Los de Guardiola salieron en tromba tras la reanudación. Dispuestos a convertir todos sus fuegos de artificio en artillería pesada, empeñados en recuperar su instinto asesino, el equipo desplegó un fútbol más vertical con el propósito de sentenciar el partido.

Sin embargo, para entonces Iniesta ya había desaparecido y Messi se había olvidado de jugar para el equipo y vivía obsesionado con ese gol que se le había resistido en la primera mitad.

Una internada por la derecha del crack argentino en la que dejó sentados a tres contrarios mientras apuraba la línea de fondo acabó con su segundo disparo al poste.