El ex número uno del tenis mundial Carlos Moyá se emociona durante la rueda de prensa que ofreció hoy para anunciar que se retira del tenis debido a que no se ha recuperado de una lesión en un pie. | J.L.Pino

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El próximo mes de diciembre se despedirá en el Máster Nacional, en una pista, como siempre ha querido hacerlo, pero Carlos Moyà Llompart (Palma, 1976) comunicó ayer oficialmente su retirada. Deja el tenis con la satisfacción de haber conseguido mucho más de lo que había soñado cuando cogió su primera raqueta a los seis años. Las molestias en su pie le han obligado a parar, porque no entiende su deporte sin disfrutar de la competición y por respeto a su trayectoria. Tampoco entendió competir sin disfrutar fuera de la pista y admite las críticas de los que piensan que pudo lograr más con una exigencia mayor. El primer número uno del tenis español, que ha pasado trece de sus quince años como profesional entre los 50 mejores del planeta tenis, dice adiós sin nada que reprocharse, sin espinas clavadas y con un palmarés de lujo (Copa Davis, 20 títulos incluido Roland Garros y 24 finales ATP).

-¿Por qué lo deja?
-Por el pie. No me he recuperado bien y tengo problemas colaterales de la operación. Para no estar al cien por cien no vale la pena. Tener a mi hija ha hecho la decisión más fácil, pero el motivo principal de la retirada es el pie.

-¿Cuesta tomar la decisión?
-No, lo que cuesta es el proceso hasta tomarla. Es difícil dejar una profesión que quieres tanto y que te ha dado tanto. No me gustaba cómo iban las cosas, cómo había quedado el pie y las sensaciones que tenía. Lo que pasó en Madrid fue la puntilla (cayó ante Benjamin Becker 6-0 y 6-2 en el que sería su último partido en la ATP). Nunca me he querido ver en la situación en la que me vi en Madrid de intentar jugar y no poder hacerlo. A lo mejor me picaba el gusanillo de volver a intentarlo o que el pie respondiera bien, pero no fue el caso y la decisión fue fácil. Lo difícil son los meses antes, cuando ves lo que pasa con tu pie. Cuando llegó el momento tuve claro lo que había y era consciente de que por culpa de la lesión era una sombra de lo que fui. Por respeto a mí, a mi familia, a mi equipo y la gente que me sigue creí que no debía seguir.

-¿Siente que las lesiones le han mermado en exceso?
-No me siento perjudicado por las lesiones. El tenis es un deporte individual superagresivo y solo he tenido dos lesiones graves: la de la espalda y la que me obliga a retirarme en el pie. Dos lesiones para un deporte como el tenis no pueden hacer que me sienta perjudicado por las lesiones.

-¿Cree que podría haber conseguido algo más?
-No. Miro atrás y duermo tranquilo por lo que he conseguido. Logré mis objetivos y quizás la gente tenía otros para mí, pero he cumplido con lo que quería y todos los sueños que tenía.

-¿Entiende que el aficionado pueda quedarse con la sensación de que pudo lograr más títulos y prefirió vivir tanto el tenis como su vida privada?
-Respeto que la gente pueda pensar así, pero yo tengo una opinión diferente. No sé si esta manera de pensar es la que ha hecho que no consiguiera más cosas. He jugado quince años como profesional porque he podido combinar el tenis y mi vida privada. Esta manera de pensar ha hecho que haya podido alargar mi carrera. No he echado en falta cosas a los 27 años que a lo mejor han echado en falta otros deportistas. Hay cosas que cuando eres más joven no te puedes perder. Siempre he querido encontrar un equilibrio entre mi vida en la pista y fuera de ella. He tenido claro que hay vida más allá del tenis y que el tenis era mi trabajo. Entiendo que la gente lo pueda decir y es verdad que podría haber conseguido más, pero también es cierto que podría haber conseguido menos seguro.

-¿Qué balance hace de su trayectoria?
-Es difícil quedarse con una sola cosa. A nivel de pasar a la historia está claro que haber alcanzado el número uno es algo muy especial. El mejor momento de mi carrera es en Australia en el 97, fue una situación increíble de la que no me puedo olvidar, pero también a nivel sentimental está la Copa Davis, a nivel de torneo la victoria en Roland Garros... es difícil hacer un resumen y escoger una sola cosa porque he vivido muchas cosas buenas y muchas malas. Lo positivo supera ampliamente lo negativo.

-¿Con qué sabor se queda?
-Con un sabor dulce. El tenis es un deporte muy solitario aunque no lo parezca. Ha habido derrotas duras, derrotas inesperadas, lesiones, pero todo esto forma parte de la vida de un deportista, que tiene que saber levantarse y creo que yo lo he conseguido.

-¿Le queda alguna espina clavada?
-No. A lo mejor quieres haber conseguido algo más. La gente es ambiciosa y podría haber soñado en lograr algún Grand Slam más, pero no me quejo. Me ha ido mucho mejor de lo que jamás habría imaginado cuando era un niño, así que no tengo reproches que hacerme.

-¿Qué es lo que más echará en falta?
-La competición y la adrenalina de jugar un tie break en un tercer set o la final de un torneo. Son situaciones irrepetibles. Seguro que habrá sensaciones mejores y sin ir más lejos yo he vivido una mejor hace apenas tres meses, pero es diferente. La adrenalina de un tercer set es algo brutal.

-¿Cómo le gustaría que le recordaran?
-Es muy difícil hablar sobre mí y de cómo quiero que me recuerden. La gente sabrá lo que he hecho y lo que no y lo que ha significado.

-¿Ha decidido que va a hacer ahora?
-No. De momento me voy a tomar las cosas con mucha tranquilidad y no tengo prisa por nada.

-¿De quién se acuerda en un día así?
-Es imposible quedarme con solo una persona porque llevo jugando a tenis desde los seis años. Obviamente los que más me han ayudado ha sido mi familia, porque sin su apoyo no hubiera llegado a donde he conseguido llegar. Me acuerdo de todos los entrenadores, todos los que han estado involucrados en mi trabajo: mis compañeros, fisioterapeutas, preparadores físicos y, sobre todo, me acuerdo de los aficionados.

--¿En qué ciudad más allá de Mallorca ha notado más cariño?

-En Buenos Aires, sin duda. Viví mi primera victoria en el circuito y cada vez que he ido allí es una sensación increíble. El público me ha animado como si yo fuera un argentino más en una eliminatoria de Copa Davis.

-¿Qué supone en su trayectoria la final de Australia de 1997?

-Me llevó de no ser muy conocido a tener un gran reconocimiento. Era el 25 de la ATP y aquello me permitió entrar en el top 10, lo que en su momento me indicó que la progresión era buena y que todo fuera muy rápido.

-Sin embargo, la Copa Davis parece su trofeo más preciado.

-Después de ver a mis compañeros ganar la Ensaladera en Barcelona, la Davis se convirtió en una obsesión. Perdimos la final en Australia, pero luego ganarla en casa fue mágico. Con Rafael (Nadal) en el equipo, más de 17.000 personas... fue como un guión que ni siquiera se podía soñar.

-¿Después de aquel éxito desciende su nivel?

-Me vengo un poco abajo tras haber conseguido aquel reto, porque psicológicamente fue muy exigente. De todos modos, recuerdo 2007 como un año espectacular en el que estaba el 12 del mundo a cien puntos del top 10, pero aparecieron los primeros problemas y se podría decir que ahí arrancó mi calvario de lesiones

-¿Desde la experiencia qué consejo le daría a Rafael Nadal?

-Es difícil atreverse a darle consejos a uno de los mejores de la historia. Desde mi punto de vista que disfrute de lo que vive ahora mismo porque todo pasa muy rápido.

-¿Habrá Rafael Nadal para mucho tiempo?

-Creo que sí. Hace años que se escucha que le queda poco, pero su mejor año ha sido este que acaba y queda Rafael para rato.

-Debe sentirse orgulloso de haber iniciado un camino que ahora sigue otro mallorquín.

-Estoy superorgulloso de él. Todo lo que ha conseguido se lo merece. Será difícil que en Mallorca se pueda disfrutar de todo lo que se ha disfrutado hasta ahora.

-Era su referente y después, como el resto del tenis español, se ha tenido que dejar llevar por una figura como la suya.

-Sí. Yo siempre lo he vivido de cerca y con admiración. Para nada he sentido celos de él. La envidia nunca ha estado en mi vocabulario.