Leo Messi intenta superar al ecuatoriano Noboa en un lance del partido. | Efe - YURI KOCHETKOV

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RUBIN KAZÀN: Ryzhikov (); Kaleshin (), Salukvadze (), César Navas (), Bocchetti (), Ansaldi (), Ryazantsev (), Murawski (), Noboa (), Karadeniz () y Kornilenko ().

Cambios: Sibaya () por Kornilenko; Martins () por Karadeniz y Natcho () por Noboa.

BARCELONA: Valdés (); Alves (), Piqué (), Puyol (), Maxwell (), Mascherano (), Xavi (), Sergio Busquets (), Pedro (), Iniesta () y Villa ().

Cambios: Messi () por Mascherano y Bojan () por Villa

Àrbitro: Cüneyt Cakir (TUR). Mostró tarjeta amarilla a Salukvadze, Puyol, Ansaldi, Sibaya y Piqué.

Goles: 1-0, minuto 30, Noboa, de penalti

1-1, minuto 60, Villa, de penalti.

El Barcelona volvió a estrellarse, por tercer vez en menos de un año, contra el Rubin Kazan, el equipo que ayer le volvió arrancar un empate en su estadio (1-1), el mismo al que no ha podido ganar nunca. Un rival que le ha robado siete puntos en la Liga de Campeones las dos últimas dos temporadas, la escuadra que, siendo manifiestamente inferior en todos sus enfrentamientos directos, se le sigue atragantando a los hombres de Pep Guardiola. Como si se tratase de una pesadilla recurrente o de una broma pesada, el Barcelona volvió a protagonizar su particular 'día de la marmota' al chocar, un año después, contra la misma muralla tártara perpetrada por el estratega Kurban Berdyev.

El técnico del Rubin, con un tasbith (rosario musulmán) en la mano, volvió a explotar todas las virtudes defensivas de su equipo con un planteamiento ultraconservador en la disposición pero osado por la ambición competitiva que volvieron a demostrar sus futbolistas ante el todopoderoso Barça. Sacrificó a Martins y Carlos Eduardo -los dos fichajes estrella del equipo ruso esta temporada- para disponer dos líneas muy juntas de cinco y de cuatro jugadores y colocar a Kornilenko como única referencia en punta. Con este dibujo, el Rubin enmarañó el partido, atascó el juego e interrumpió el ritmo del Barcelona, incapaz de maniobrar con fluidez por la falta de espacios en la zona de ataque, pese a ser el amo y señor del esférico. En fin, un calco de los dos choques precedentes, con el Barça atacando siempre en el campo rival, con posesiones larguísimas, pero maniatado a partir de la línea de tres cuartos. Aún así, el conjunto azulgrana tuvo dos ocasiones claras para adelantarse en el marcador -un remate al larguero de Pedro y un disparo demasiado cruzado de Villa- antes de que Noboa pusiera por delante a los locales, al transformar, a la media hora, un penalti por derribo de Alves a Kaleshin.

Más presión

El equipo de Guardiola aceleró aún más su juego tras la reanudación y adelantó sus líneas consciente de que, para desarbolar a los tártaros, había que aplicarse en la presión y robar el balón más arriba. Y, en una de esas pérdidas del conjunto ruso, Iniesta fue arrollado dentro del área. La pena máxima la transformó David Villa, a quien Ryzhikov le adivinó la intención, pero no lo suficiente para evitar el gol -por cierto, el número 400 del Barcelona en la Copa de Europa- pese a tocar el balón.

Con el partido empatado, Guardiola dio entrada a Messi y sentó a Mascherano. Xavi se puso al mando de las operaciones y el partido se animó. También para el Rubin, que aparcó el rigor defensivo para darse alguna alegría a la contra. En el tiempo extra, una combinación entre Messi e Iniesta, casi acaba con un golazo de éste por toda la escuadra, pero esta vez no hubo Iniestazo .