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El Real Mallorca sigue haciendo historia. A sus 92 años de vida, el club balear cruzará el domingo la barrera de los ochocientos partidos en Primera División, una cifra que hace sólo una década parecía totalmente inalcanzable. El hecho debería convertir el encuentro ante el Osasuna en una fiesta rojinegra, aunque la situación que vive estos días la entidad no invita precisamente al optimismo. Inmerso en un oscuro y agitado proceso de venta que ha empujado al fútbol a un segundo plano, el conjunto de Manzano tendrá que guardar la tarta y soplar las velas en otra ocasión.

Han pasado ya cuarenta y ocho años desde que el Mallorca irrumpió por primera vez en la azotea del fútbol español y desde entonces ha protagonizado experiencias de todos los colores. Su estreno en el escaparate de la Liga se escenificó el 11 de septiembre de 1960 en Sevilla, concretamente ante el Betis y sobre la arena del Benito Villamarín. De la mano de Juan Carlos Lorenzo y apoyado en un once que quedará grabado para siempre en la memoria de los aficionados (Zamora II, Arque, Bolao, Guillamón, Flotats, Boixet, Oviedo, Loren, Hollaus, Mir y Ruiz), el equipo rojillo pagó esa tarde la novatada, pero puso la primera piedra del camino. Sólo una semana después el flamante Mallorca debutaba ante su público en Es Fortí y se reponía del bofetón inicial con un triunfo histórico ante el Racing de Santander (2-1). Otro de los que se sumó esa tarde a la lista de los nombres más ilustres de la entidad fue el pollencí Joan Forteza, que entraría en los anales tras ser el autor del primer tanto isleño en el escalón más elevado del balompié nacional. El curso se cerró con un meritorio noveno puesto y con la sensación de que se había iniciado algo importante.

Desde entonces, las diferentes versiones del cuadro barralet han recopilado 266 victorias, 944 goles a favor y 903 puntos en veintitrés temporadas llenas de contrastes. Ha seguido una progresión ascendente y se ha acomodado entre el pelotón de los clubes con más solera del campeonato. De hecho, sólo dieciocho de las cincuenta y ocho formaciones que se han asomado alguna vez a la categoría (Real Madrid, Barcelona, Athletic, Valencia, Atlético, Espanyol, Sevilla, Real Sociedad, Zaragoza, Betis, Celta, Deportivo, Valladolid, Racing, Oviedo, Sporting, Osasuna y Las Palmas) presentan una hoja de servicios más amplia, aunque muchas de ellas no han alcanzado nunca los resultados que se han ido cosechando entre el Lluís Stijar y el ONO Estadi. Dos terceros puestos (1999 y 2001), un trofeo Zamora (Roa, 1999), un Pichichi (Güiza, 2008) y un ramillete de excursiones por todas las competiciones europeas posibles (Intertoto, UEFA, Recopa y Liga de Campeones) iluminan el camino de un club por el que también han desfilado técnicos y jugadores instalados habitualmente en la primera fila del planeta futbolístico. Si en el banquillo nadie ha olvidado la aportación de tipos como Héctor Cúper, Luis Aragonés o Llorenç Serra Ferrer, sobre el tapete se ha expuesto una colección exquisita. De Enrique Magdaleno a Dani Güiza, pasando por Samuel Etoo, Diego Tristán o Miquel Àngel Nadal. Todo un lujo.

El paseo por las nubes del Mallorca se ha dividido en una serie de etapas muy bien diferenciadas y hasta que ascendió por última vez (1997), nunca había sobrevivido más de tres temporadas a las exigencias del campeonato. Su primera incursión en la cima era hasta entonces la más prolongada (1960-63) y sus fluctuaciones posteriores le otorgaron una etiqueta de equipo ascensor de la que ya se ha olvidado. En medio de once temporadas sin apenas continuidad sobresalían por encima del resto los resultados del curso 1986-87. El Mallorca jugó hasta 44 partidos a lo largo de ese ejercicio, que siempre será recordado como el del play-off. El conjunto balear, de la mano de Llorenç Serra Ferrer, disputó esa segunda fase junto a los mejores del país, pero eso le privó también de jugar en Europa la temporada siguiente. Finalizó en sexta posición y se quedó con la miel en los labios, aunque la sensación final resultó especialmente dulce para todos. Además, el equipo volvía a enlazar dos temporadas seguidas en Primera, algo que no conseguía desde hacía más de veinte años.

La historia del club sufrió un cambio radical hace ahora once años. Tras una agónica promoción de ascenso ante el Rayo Vallecano, el Mallorca volvía a ocupar un asiento junto a los grandes y todavía no se ha levantado. El encargado de inaugurarlo fue Cúper y bajo su batuta, el conjunto bermellón voló más alto que nunca. Firmó dos campañas de ensueño y la afición se volcó como nunca lo había hecho frente a una plantilla en la que destacaban los nombres de Valerón, Roa, Engonga, Amato, Iván Campo, Marcelino, Olaizola, Ibagaza, Romero...

Después de ese subidón se sumergió en un breve periodo de transición con Fernando Vázquez y volvió a disparar sus acciones tras la llegada de Luis Aragonés, que lideró la reedición del mejor puesto a la conclusión del torneo doméstico (3º) y batió su particular récord de puntos (71). Después llegaron el susto de la temporada 2001-02, la resurrección del curso siguiente o las sombras del 2004 y el 2005, en los que el equipo vivió más pendiente de no precipitarse al vacío que de seguir escalando.

Últimamente, bajo la dirección técnica de Gregorio Manzano, los claros y las nubes se han condensado. El jienense acudió al rescate del equipo en 2006 y tras salvarlo del abismo y asentarlo en la zona templada, lo llevó de nuevo a las puertas de Europa hace sólo unos meses. Además, lo hizo arrastrando varias plusmarcas. Logró la victoria más abultada de la historia (7-1 al Recreativo), el mayor botín de goles en una sola campaña (69) y puso a todo el grupo al servicio de Güiza para que pulverizara el récord de Magdaleno y despidiera el campeonato como máximo goleador. Lamentablemente, este verano le ha tocado de empezar de nuevo. Pero esa es otra película.