No era el Dijous Bo, pero Inca era la capital de Mallorca. Desde
todos los puntos de la isla y en cualquier medio la gente arribaba
al Palau, y una hora antes del salto inicial, la animación presidía
el ambiente en las gradas de un pabellón, que, tras mucho tiempo,
parecía que se llenaría. El Manresa no es, ni mucho menos, un alma
en pena de paseo por la Liga LEB. El Palau imprimió el «miedo
escénico» sobre un rival que en su toma de contacto con la cancha
"en el entrenamiento del jueves" ya fue víctima de los nervios de
un Abós al que se le venían abajo los planes.
«Benvinguts a l'infern d'Inca». Este era el mensaje de
bienvenida de las Besties Negres. Y es que de la Euroliga a las
tinieblas, como del amor al odio, sólo hay un paso. Sin Chichi
Creus en cancha, no es lo mismo aunque ahora proyecta desde los
despachos un futuro que sólo pasa por estar entre la elite.
Mallorca llenó el Palau y las autoridades el palco, que fue testigo
de una fogosa presentación que marcaba las distancias. Pero la
técnica falla cuando uno menos lo espera. Dracky paseaba en
patinete por el parquet mientras Pep Campins certificaba la
defunción de un marcador que no quiso sumarse al espectáculo.
Abós, Maldonado y los árbitros se lo tomaron con filosofía y,
tras 20 minutos, se reanudó un partido jugado en un día que alguno
posiblemente no olvidará y que el marcador auxiliar, aquel del que
casi nadie se acuerda nunca, salvó los muebles y en la que la
tecnología frustró una noche mágica.
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