La húngara Laura Sarosi y la alemana Karin Schnaase, su oponente en la segunda ronda del Campeonato de Europa de bádminton. | M. Phelan

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El sueño olímpico de la húngara Laura Sarosi pudo haber terminado hace cuatro meses en la localidad francesa de La Roche-sur-Yon, en el mismo momento en el que decidió ceder su segundo par de zapatillas a la alemana Karin Schnaase, su oponente en la segunda ronda del Campeonato de Europa de bádminton.

Ese torneo tenía una importancia mayúscula para Sarosi, ya que representaba su última oportunidad para sumar los puntos que la distanciaban de la clasificación para los Juegos Olímpicos. De esa meta, sin embargo, decidió alejarse voluntariamente con un aplaudido gesto de deportividad.

Mediado el choque, la suela de goma de una de las zapatillas de la jugadora germana, cuarta cabeza de serie en la cita continental, se desprendió. No había llevado a la pista un par adicional, de repuesto, y el reglamento de la Federación Internacional de Bádminton le negaba la posibilidad de interrumpir momentáneamente el encuentro para recoger en el vestuario otras zapatillas.

Dado el estado de las suyas y su incapacidad para mantener su alto nivel de juego, este incidente anunciaba su eliminación. Pero Laura Sarosi no quiso ganar de esa forma. La húngara, de 23 años y número 65 en el ránking mundial, tenía otras en su cajón.

Casualmente, ambas utilizan el mismo número así que decidió entregárselas a su adversaria pese al jugoso botín que le hubiera reportado el triunfo, necesario para merecer un puesto en el torneo olímpico de Río de Janeiro. Conscientemente, obvió esta cuestión.

El partido se reanudó y, aunque trató de adueñarse de su plaza en la cancha, perdió en un apretado desenlace a tres mangas. Ese resultado le cerraba las puertas de la ciudad brasileña.

La deportividad de su gesto, sin embargo, no pasó inadvertida.

Pronto se desencadenó un movimiento de solidaridad y admiración en las redes sociales, donde más de 5.000 aficionados se unieron para demandar al Comité Olímpico Internacional que entregara una de las tres invitaciones vacantes a Sarosi. Incluso la federación alemana de bádminton, a la que pertenece Karin Schnaase, clasificada con holgura por méritos deportivos, se sumó a esta petición.

Esta súplica fue atendida por el organismo presidido por Thomas Bach. En mayo fue anunciada la participación de Laura Sarosi y su nombre fue oficialmente inscrito el pasado 26 de julio en el cuadro individual femenino del torneo, que completan otras 39 jugadoras entre las que se encuentran la doble campeona del mundo Carolina Marín (España) y la vigente campeona olímpica Li Xuerui (China).

Ambas están llamadas a luchar por el oro con la también china Wang Yihan, segunda preclasificada.

Un objetivo menos ambicioso se plantea Sarosi, quien iniciará su recorrido desde el Grupo M, que completan la india Pusarla V. Sindhu, novena cabeza de serie, y la canadiense Michelle Li.

En esos dos compromisos verá cumplido el sueño que persigue desde sus comienzos en el bádminton, hace 17 años.

«Hace algún tiempo», recordó en su perfil de Facebook, «alguien me dijo que dejara mis metas escritas en un papel». «Entonces, los Juegos Olímpicos parecían algo imposible. A día de hoy todavía no me lo creo, pero pronto podré decir que he cumplido mi sueño», festejó.