Los dos mejores pilotos baleares de la historia posaron en compañía tres años después, coincidiendo con la presentación del equipo Fortuna en Palma.

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Jorge Lorenzo y Luis Salom no entienden la vida fuera de los circuitos. Acostumbrados a volar sobre una moto desde que tienen uso de razón, los dos principales embajadores del motor balear quieren perfilar este domingo en Valencia una biografía impregnada en gasolina. Y si el piloto de MotoGP aspira a redondear un triplete histórico que le desmarcaría un poco más como el mejor español de todos los tiempos en la cilindrada reina, su candidato a sucederle persigue el golpe definitivo, un título que prolongaría su línea ascendente y una carrera trufada de éxitos desde las fórmulas de promoción.

Uno y otro han ido cogiendo carrerilla encima de un podio. El camino lo abrió Lorenzo, quien tras sumergirse en el Mundial siendo un niño tocó por primera vez el cielo hace algo más de una década en Jacarepaguá, el barrio de Rio Janeiro donde se levanta el Autódromo Internacional Nelson Piquet. Allí, con 16 años y 139 días, estableció otra evidencia de su precocidad, celebró su primer triunfo en un Gran Premio y empezó a redactar una tarjeta impresionante. Por esas fechas Luis Salom ya lanzaba los primeros avisos. El último exponente de una saga mítica, que tomaba parte en la Cuna de Campeones de Bancaja, ofrecía un recital en el Circuit de Mallorca, con el Campeonato de Balears de velocidad como telón de fondo. Solo unas semanas después, ambos coincidirían, precisamente en Valencia, para registrar una imagen crucial.

Hacia arriba

Desde entonces han caminado cuesta arriba, siguiendo un itinerario muy similar. Lorenzo, incrustado ahora en ese mismo espejo que Salom trata de tomar como referencia, devolvió a Derbi una porción importante de su gloria pretérita y provocó en 2006 otra de las grandes explosiones de su carrera, al levantar con Aprilia el primero de sus dos títulos en 250 centímetros cúbicos. El nombre de Salom, empeñado en seguir estableciendo paralelismos, también empezó a sonar con fuerza más allá de las fronteras de la Isla ese mismo año. Y tras conquistar el Campeonato de Balears de 125 con Yamaha se instaló sobre la plataforma de lanzamiento del Campeonato de España de Velocidad (CEV). Solo era el paso previo a su irrupción en la Red Bull Rookies Cup, una prueba oficial de Dorna, la empresa organizadora del Mundial.

Salom reventó el molde en el que viajaba al tiempo que Lorenzo se adentraba por primera vez en el laberinto de MotoGP. Subcampeón de la Rookies Cup y segundo en la general del CEV, enseguida se le abrieron las puertas del Campeonato del Mundo de 125 cc, en el que irrumpió con un Wild Card el 3 de mayo de 2009, durante el Gran Premio de España celebrado en el legendario circuito de Jerez. El mismo escenario que contempló el bautismo de Giorgio en 2002, cuando éste contaba con tan solo 15 años y un día.

Con la leyenda de uno y otro cobrando forma, los triunfos también multiplicaron su tamaño. Poco a poco, Lorenzo fue embaldosando el camino hacia una corona a la que solo había tenido acceso Alex Crivillé y agigantó su figura frente al pelotón de rivales que intentaba amortiguar su crecimiento. Se convirtió en el piloto a batir. Por si fuera poco, en 2012 rubricó otro curso mágico, en el que ni siquiera se molestó en bajar de la segunda posición cada vez que concluyó una carrera. Por supuesto, también amarró su segundo título. En esa franja, Salom rompió el cascarón con sus dos primeras victorias en 2012 (Indianapolis y Australia) y se agarró a un subcampeonato con un agradable sabor.


El domingo sus caminos convergerán a la caza de un mismo objetivo, en busca de una jornada que sería histórica para el deporte balear. Los dos querrán volver a fotografiarse. Juntos. Aunque esta vez, con dos coronas sobre sus cabezas.