Alba Torrens y quien suscribe este artículo, en la zona mixta de Lille.

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Hoy toca compartir las muchas emociones que nos dejó un partido de baloncesto. En unos Juegos que suponen la despedida olímpica de grandes nombres (Rudy, Llull, Nadal, Mavi...), la derrota ante Bélgica supone poner fin al recorrido de aquella muchacha de 18 años que apareció en Pekín 2008, la que junto a Tamara Abalde y Laura Nicholls iba a cola del grupo que encabezaba Amaya Valdemoro. La que 16 años después tuvo que tirar de galones y levantar a un vestuario triste por una derrota, por una eliminación que todas sabían era el adiós a esta competición de su capitana.

Resulta muy difícil no admirar, no apreciar a Alba Torrens Salom. Por la sencillez, educación, valores, carisma y calidad deportiva y humana que desprende una jugadora única. Reconozco que me emocioné tras hablar con ella en Bercy. Nos dimos un abrazo, como siempre salvo en Tokio. Porque días atrás celebrámamos en Lille que había conseguido llegar a París. No había sido un camino fácil, pero lo consiguió.

La conocí siendo una niña, tímida, que nunca había hecho una entrevista o reportaje. Fue en Binissalem, hace más de veinte años Llegó junto a su padre -con su madre forjadores de ese perfil que la define- y con ellos venía la pequeña Mireia. Ahí empezó una admiración que fue creciendo en paralelo a su palmarés. Alba puso fin a su trayecto olímpico. Hemos vivido aquel debut en China, el mazazo de no estar en Londres; la plata y la locura de Río, la distancia y la mascarilla en Tokio... Y momentazos, como el día en que salió a mi rescate con dos botellas de agua bajo el sol abrasador de Río. O cuando me llamaron de prensa diciéndome "no sé cómo lo has hecho"... Eso sí, cada vez una foto para la posteridad. Muchas cosas.. i moltes gràcies, Alba!