Imagen de Juan Martín Castillo 'Rubio' con la pelota de su último 'hat-trick' como jugador del Santa Catalina. | Miquel Alzamora

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Juan Martín Castillo, Rubio, como se le conoce sobre el verde, cuelga las botas. El fútbol ya le echa de menos. A sus 40 años ha decidido que es el momento de abandonar la vorágine de partidos, entrenamientos y tensiones lógicas que produce el roce del balón. Ahora les toca ganar a ellos, a su mujer Mar López y a sus hijos Juan de 4 años y Marc de 18 meses. Ha sido toda una vida por los campos de Baleares. Así, dando como quien dice un tiro al aire, ha marcado más de 300 goles y menos de 400. Muchos en cualquier caso. Casi siempre de delantero, aunque también hubo quien lo reconvirtió con éxito a lateral.

Jugó en Preferente y Tercera la gran mayoría de su carrera deportiva en equipos como el Andratx, Platges, Atlético Baleares, Constància, Binissalem, Santanyí y Santa Catalina. También estuvo algunos años en Segunda B, pero fueron los menos. Mordió el polvo, gambeteó en campos de barro y vivió el fútbol disfrutando de cada momento, de cada entrenamiento, de cada viaje, de cada café antes de saltar al campo. Los jugadores no envejecen cuando son felices en el campo y Rubio lo ha sido. Y mucho.

El domingo el colegiado recogió en el acta por última vez su nombre. Con el 7 Juan Martín Castillo. Sustituido en el minuto 90. Ovación cerrada y emoción. «Fue como deseé que fuera mi adiós. Con mis amigos y mi familia. No esperé a final de temporada porque seguro que me lo pienso y arranco otra vez» asegura entre risas en un encuentro con Ultima Hora. Su familia y su empresa, Reformas Integrales Marset, ocuparán ahora todo su tiempo. Todo tiene un final. También el fútbol. «He disfrutado de mi pasión y notaba que ahora no era lo de antes. Creo que todo se vive de forma diferente y como digo ha llegado el momento de dejarlo. Ahora los más jóvenes todos quieren ser profesionales y no cumplir las expectativas genera decepción. Yo he sido feliz entrenando, jugando en las categorías que me ha tocado jugar y tratando de hacer las cosas bien. He preparado cada partido como si fuera profesional, cuidaba la alimentación, los sábados incluso no iba a pasear con mi mujer para estar concentrado en el partido», relataba. «Al final me tuve que buscar un fisio como Xavi Calvo para pode recuperar mejor y estar a la altura de mis compañeros más jóvenes. He vivido el fútbol con toda la intensidad y profesionalidad que he podido, pero siempre con los pies en el suelo», relataba el exfutbolista. Se hace raro teclear esta última palabra. También pronunciarla.

Entrenadores ha habido muchos durante estas últimas décadas en las que ha jugado en equipos ‘top’ de la Isla, pero en una lista de imprescindibles no se olvida de nombres como el de Toni Amor, con el que estuvo en el Baleares; Carlos Martínez, incombustible y que tuvo una gran etapa en el Santa Catalina; Nico López en el Constància; Toni Cazorla y Tomàs Gibert, Francisco Navarrete y su equipo sin olvidar a Francisco. «Él me dijo algo que no se me ha olvidado nunca y es que tendría que haber un Rubio en cada vestuario», recordaba.

Siempre ha tratado de mantener una buena relación con los árbitros y en general deja amigos en todos los vestuarios. Estos últimos días su teléfono se llena de mensajes de felicitación por la longevidad de su carrera. ¿Piensa ahora en ser entrenador? Medita algo la respuesta, pero de entrada parece descartarlo. «Ahora mismo, pese a la intención inicial no me termino de ver. Creo que tengo mucha experiencia y ha habido técnicos que me han llamado, pero me costaría porque ahora no es como antes». Y tiene razón. Rubio viene de una generación donde no hay cabida para los teléfonos móviles ni antes ni después ni en el descanso de un partido, solo por poner un ejemplo.

Si colgar las botas en el Andratx es una de las asignaturas pendientes que le quedaron en el fútbol, la otra es no haber salido de Mallorca o de España y probar suerte. «No se dio, pero no niego que me hubiera gustado ver por ejemplo si era capaz de jugar en Tercera en otra comunidad o en otro país», relataba.

Los más jóvenes tendrían que escuchar a jugadores de su talla. Al menos interiorizar sus mensajes. Uno principalmente. «Les diría que disfruten del fútbol con pasión. Hacer las cosas bien o mal cuesta lo mismo por lo tanto que las hagan bien y que además se comprometan con lo que están haciendo. Primero siempre es el equipo y el compañero porque cuando mejor funcione el grupo, mejor les irá también a ellos». Palabra de Rubio. Palabra de capitán. Se va un grande de nuestro fútbol.