El delantero del Poblense Rubén Jurado intenta marcharse de Canario. | L. BECERRA

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Tras una semana de tregua, el Poblense vuelve a la carga en la segunda fase de la competición con el objetivo de terminar entre los dos primeros o ser uno de los mejores terceros para jugar la próxima temporada en la Segunda División RFEF. El equipo de Óscar Troya, que jugará ocho encuentros ante los equipos procedentes del Grupo B, inicia su andadura con una desventaja de cuatro puntos respecto a la segunda plaza y necesita hacerse fuerte en casa ante las dificultades que se encontrará fuera.

VILLARRUBIA

Un peligro a balón parado

El Villarrubia, que vive su segunda temporada en Segunda B en sus 50 años de historia, es uno de los proyectos más austeros del Grupo B, donde fue el rey del empate (8). Ha pasado gran parte del curso en la zona baja, en buena medida por los errores defensivos que han lastrado su marcha y por sus problemas para ver portería. La falta de efectividad la suple con un notable potencical a balón parado y con los saques de banda de Carlos García, que es capaz de servir como un córner un servicio desde la línea lateral. Otra de las principales armas del Villarrubia es su fortaleza como local. Un campo pequeño y con un césped artificial en condiciones mejorables complican mucho la adaptación de cualquier rival y el anfitrión sabe exprimir la situación.

En una plantilla corta casi todos los jugadores han tenido protagonismo hasta el punto que los guardametas han alternado todo el curso bajo palos. Uno de los hombres que marca el juego del Villarrubia, que siempre sale jugando desde atrás, es el centrocampista Toni Seoane, la extensión del entrenador sobre el campo. Uno de los problemas son las dudas de varios hombres de ataque como Fran Minaya, Dani Homet y Julen Colinas, que es el delantero de referencia aunque acumula cerca de un mes de baja.

MELILLA

El décano, en depresión

Con 1,5 millones de euros de presupuesto el Melilla, que es el decano de la categoría de bronce tras 34 campañas seguidas militando en ella, tenía la fase de ascenso a Segunda como objetivo y ahora peleará por estar en la Segunda División RFEF en un curso marcado por las lesiones y los cambios en la plantilla. Sin confianza ni identidad, la mala dinámica del equipo norteafricano se llevó por delante a Aloisio y provocó un cambio de estilo con Viadero, que ha querido construir el equipo a partir de una defensa sólida. Sin embargo, el pobre rendimiento de los guardametas y los regalos en defensa, en especial las concesiones en el balón parado defensivo, han agravado aún más su escasa capacidad de creación. El Melilla, que juega a puerta cerrada, depende sobremanera del mediapunta Borja Díaz, que ha marcado ocho de los 14 tantos del equipo. Su conexión con Isi en el centro del campo es clave en su juego y sus rivales tienen mucho ganado si los cortocircuitan.

VILLARROBLEDO

Su juventud, virtud y defecto

Con sólo diez puntos en el casillero la salvación se presume como una quimera para una plantilla cargada de juventud para lo bueno y lo malo. Es capaz de plantear partidos incómocos por su físico y buena predisposición, pero su bisoñez le ha pasado factura con errores que le han penalizado mucho. Tiene más fútbol que puntos, aunque la marcha de Galán al fútbol canadiense le limita en la sala de máquinas, y sus principales argumentos en ataque son la corpulencia del ariete Bruno Lemiechevski y la velocidad del extremo izquierdo Carmelo, que es uno de los mejores jugadores del equipo junto al lateral Pablo García.

SOCUÉLLAMOS

Práctico y directo

El extécnico del ATB Josico está al frente de un equipo que se ha caracterizado por su practicidad y que sabe jugar la baza de tener un campo pequeño de césped artificial. Juega directo para minimizar los riesgos en la salida de balón desde una defensa que se ha visto castigada por sus errores. El delantero Megías, con ocho dianas, es el referente ofensivo de un grupo en el que sobresale Kike Domínguez.