Desde que Miquel Àngel Nadal jugara su último encuentro como futbolista del Barcelona en febrero de 1999 ningún otro mallorquín había disputado un partido oficial como azulgrana. Dos décadas después, Monchu, tras debutar en la Liga de Campeones frente al Nápoles, toma el relevo en la- selecta nómina de futbolistas isleños que han defendido los colores del conjunto culé. | Efe

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Desde niño tenía claro que le gustaría ser «como Messi cuando sea mayor». Esas palabras las pronunciaba Ramón Rodríguez Jiménez ‘Monchu’ (Palma, 13-9-1999) tras ser proclamado mejor prebenjamín en una temporada en la que rebasó la barrera de los 50 goles con el Cide. Hoy en su casa de Barcelona tiene guardadas la camiseta de su debut oficial y la que regaló el astro argentino nada más terminar el partido ante el Nápoles con el que los azulgrana sacaron el billete para la fase final de la Champions.

Nacido en una familia muy aficionada al Barcelona, el debut con el primer equipo le llega después de haber deslumbrado como capitán del filial. Pese a ser centrocampista ha sido el máximo goleador del Barça B, con el que se ha quedado a las puertas de lograr el ascenso a Segunda División. La libertad que le ha concedido García Pimienta para sacar a relucir su llegada le ha hecho disparar sus prestaciones hasta abrir la puerta del vestuario del primer equipo, donde el propio Messi y pesos pesados como Luis Suárez y Jordi Alba le han brindado una gran acogida.

Hasta ahora había tenido un puñado de oportunidades en las pretemporadas en Estados Unidos y Japón y acumulaba ocho convocatorias tras el parón liguero motivado por el coronavirus, pero hasta el sábado por la noche no se estrenó en competición oficial. Lo hizo en la mejor pasarela del fútbol internacional, la Liga de Campeones, y no se arrugó en los cerca de diez minutos de los que dispuso al entrar al campo por Antoine Griezmann en el minuto 83. «Es un sueño hecho realidad», confesaba su madre, Rosi Jiménez.

Inicios

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Sus primeros colores como jugador fueron los del Cide, en la escoleta, aunque empezó a darle patadas al balón en una parcela que tenía su abuelo en Llucmajor. «Yo jugaba al fútbol y siempre lo llevaba conmigo. Montamos un campito en un terreno de mi padre y nos pasábamos días enteros entrenando porque el fútbol ha sido su pasión desde muy pequeñito», rememora su padre, Ramón Rodríguez, que compartió equipo con Marcos Martín, Chichi Soler o Gabi Vidal en una de las mejores generaciones que ha dado el club colegial. Precisamente del Cide guarda muy buen recuerdo de los entrenadores que tuvo su hijo, entre ellos, Toni Barea, Toni Socías y Toni Sánchez.

Carlos Sureda propició su llegada al equipo infantil del Real Mallorca cuando aún era alevín para jugar en el equipo infantil y sus apariciones en los torneos de Brunete o Canarias como bermellón no pasaron desapercibidas para los grandes. El Barcelona se apresuró en llamar a su puerta. Alberto Puig y Guillermo Amor hicieron las gestiones para que Monchu se enrolara en La Masia cuando apenas tenía 12 años. «Al principio te da un poco de pena porque era muy pequeño, pero la verdad es que siempre ha estado atendido de diez y él siempre ha tenido muy claro que quería ser futbolista», explica su progenitor, que destaca el carácter «competitivo y ganador» de Monchu.

Ramón Rodríguez está al lado de su hijo desde hace dos años en Barcelona, donde Monchu, lleva desde los 12. Tiene un año más de contrato, aunque el club azulgrana tiene una cláusula para extender su compromiso por dos temporadas más. Propuestas no le van a faltar tras dar un nuevo impulso a la proyección que había demostrado desde bien pequeño.

«Me alegré un montón cuando lo vi entrar al campo», explica Toni Barea, que lo tuvo en el Cide y en la selección balear alevín. «Estaba seguro de que podía llegar porque desde pequeño hacía cosas diferentes. Despuntaba por su técnica y su golpeo, pero está ahí por su mentalidad. Es muy competitivo y vive por el fútbol», comenta el veterano técnico, que sonríe cuando remarca como lo bautizó. «De pequeño jugaba arriba y metía muchos goles y por eso siempre se iban las comparaciones hacia Messi, pero para mí siempre ha sido y será el Iniesta mallorquín», explica Barea.