PALMA DEPORTES UH BUBI SANSO, REGATISTA FOTO MIQUEL A. CAÑELLAS

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Un mes después de naufragar en el Atlántico cuando solo le faltaban cinco días para culminar la Vendée Globe -la vuelta al mundo en solitario sin escalas y sin asistencia-, Javier ‘Bubi’ Sansó (Palma, 2-4-1969) repasa su experiencia. Recuperado de la exigencia física y psicológica del desafío, el navegante mallorquín ya planea su próximo desafío, aunque su prioridad es seguir evolucionando un barco con el que ha hecho historia. Bubi es el rostro visible del proyecto del ‘Acciona 100 % Ecopowered’, la primera embarcación de competición que ha dado la vuelta al mundo sin usar combustibles fósiles y solo con la ayuda de energías renovables. Un hito que el deportista isleño considera que marcará tendencia en la navegación.

—¿Qué balance hace de la Vendée Globe?

—El balance es muy positivo porque conseguimos dar la vuelta al mundo con un barco 100 % ecoeficiente, que era nuestro principal objetivo. Demostramos que se puede dar la vuelta al mundo sin usar combustibles fósiles. No conseguimos terminar la prueba y habría sido la guinda lograrlo. Me habría gustado por el equipo, pero no ha podido ser y no pasa nada. Espero poder arreglar el barco y hacer la próxima. Todo el equipo tiene ganas de seguir y, aunque la siguiente Vendée Globe todavía queda lejos, está presente para todos como objetivo.

—¿Cuándo volverá a competir y qué trabajo realiza ahora?

—Tiene que venir el barco y hacer los peritajes para valorar varias cuestiones relativas al seguro. Ahora revisamos los sistemas y miramos si se pueden mejorar y también si se pueden mejorar cuestiones relativas al peso de los materiales. Hace falta un palo nuevo y una quilla nueva y, en definitiva, evolucionar el barco. Estaremos en el dique seco unos cinco o seis meses y aún no hay nada oficial, pero lo lógico sería hacer la Jacques Vabre el próximo mes de noviembre.

—¿Qué lecciones le ha dado la prueba?

—Desde conocerme a mi mismo a los límites del barco. Todos los sistemas son muy novedosos y nadie los había utilizado y tampoco sabía cómo responderían. No he parado de aprender porque el barco me sorprendía cada día.

—¿Se reprocha algo?

—Ninguno. Haría pocas cosas diferentes de cómo se hicieron. Tal vez habría practicado más subir al palo solo.

—¿Qué diferencias hay entre su primera y segunda experiencia en la vuelta al mundo?

—Para mí esta vez era una regata y la primera fue una aventura. Esta vez era mucho más profesional. El ‘Acciona 100 % Ecopowered’ era para haber estado en el podio y estuve con la flota más potente hasta que rompí la mayor.

—¿Se siente un privilegiado por el respaldo que ha obtenido?

—Me siento muy privilegiado. Es difícil encontrar patrocinadores para proyectos tan competitivos y con tanta investigación y desarrollo como este. A Acciona le interesa mucho esta vertiente I+D. Creo que vamos a cambiar la tendencia de la navegación. Hemos sido pioneros y hemos demostrado que se puede dar la vuelta al mundo sin utilizar combustibles fósiles. En tres o cuatro años habrá muchos barcos que usarán este sistema o uno muy similar.

—¿Cuánta gente hay involucrada en el Acciona 100 % Ecopowered?

—A tiempo completo somos ocho personas, pero hay muchos proveedores de diferentes campos y varios ingenieros de muchos otros departamentos. Hay más de 50 personas involucradas. Es un proyecto muy técnico desde el principio y la gran dificultad radica en que nadie había hecho algo así anteriormente.

—¿Cómo ha resistido físicamente la prueba?

—El rendimiento podría decir que ha sido fantástico. Me preparé con Xisco Serra, que es nutricionista y me planificó los entrenamientos. He estado muy fuerte hasta el final. Estuve un año preparando la resistencia y cogí 5 kilos para tener fondo. Luego, me han ido muy bien los suplementos alimenticios y vitamínicos.

—¿Y el sueño?

—Es difícil entrenar el tema del sueño, pero duermo poco de por sí. Normalmente me acuesto tarde y me levanto pronto. Lo importante durante la competición es saber si necesitas descansar o dormir. Duermes un máximo de una hora o una hora y media, pero al final del día lo ideal es acumular un mínimo de 4 horas de sueño.

—¿Qué es lo que más echó en falta durante la travesía?

—A los míos. Mi hijo sólo tiene ocho meses y tenía muchas ganas de estar con él y mi mujer. Estaba en contacto con ellos por email a diario, a través de Skype y por teléfono dos o tres veces por semana, así que tampoco es que estuviera tirado. Estaba lejos, pero no tirado.

—¿Le convencen para que no vuelva a enrolarse en un evento como este?

—Lo pasaron mal, pero esta es mi profesión y es lo único que sé hacer. Mi madre también está acostumbrada. Es verdad que es bastante extremo, pero siempre me dedicaría a algo relacionado con el mar, lo que implica pasar largas temporadas fuera de casa.

—¿Qué añoraba en el aspecto material?

—Las cosas mundanas me dan igual. Después de 85 días a base de comida liofilizada, tienes ganas de algo grasoso, con colesterol y ‘malo’ para el cuerpo. La comida liofilizada es muy buena porque te hace una purga interna que te quita todos los males, pero lo que quieres al llegar a tierra es meterle grasa y azúcares saturados al cuerpo. Te dura tres días. Lo que más echas de menos es la rutina terrestre, aunque al cabo de dos semanas también estás cansado.

—Más allá del vuelco, ¿qué imagen se le queda grabada?

—Todos los días son bastante iguales. No tienes referencias visuales para quedarte con imágenes. Cuando subí al palo en Tenerife no volví a ver tierra hasta el Cabo de Hornos. Ni siquiera ves otros barcos. Recuerdo que cuando iba rápido bajando por el Atlántico tenía la moral muy alta.

—¿Cómo era su soledad?

—No paras en todo el día y no hay tiempo para aburrirse. Son 24 horas con muchos trabajos de mantenimiento. Siempre hay algo que hacer. Hay una lista de de tareas que cumplir para el buen funcionamiento de la embarcación y tampoco tienes mucho espacio. Además, también dedicamos unas cinco horas diarias a la meteorología y la táctica.

—¿Hay que estar hecho de una pasta especial o estar un poco loco para tomar parte de un desafío así?

—Se sufre mucho. No te flagelan con un látigo, pero tienes un estrés de competición constante. Vas al límite y no sabes si vas romper algo, pero procuramos ir con mucho cuidado. Es verdad que algunos peligros no los vemos como los demás, pero para mí hay mucho más de locura en intentar entrar en una curva a 300 kilómetros por hora con la rodilla y el codo tocando el suelo. Todo es relativo, porque seguro que los pilotos lo ven algo normal, igual que lo veo yo en el mar. Los momentos críticos son un 3 % o 5 % que van a un disco duro especial y se olvidan.