Toni Fiol, Pau Giménez, Pep Bisquerra, Miquel Reynés, Guillem Coll, José Luis Alberola y Alberto Alzamora posan en el portal de Bonaire 18. En ese escenario se vivieron los últimos momentos de existencia del proyecto del Patronato.

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El 18 de enero de 1993, hoy hace justo veinte años, la gestora del Patronato confirmaba la intención de iniciar la disolución del equipo, ante la imposibilidad de hacer frente al presupuesto de la temporada en curso, que ascendía a 33.700.000 pesetas de entonces. Era el principio del final del proyecto que ilusionó a toda Mallorca con una ACB que jamás llegó, pese a una fuerte inversión que acabó por ser un lastre para el porvenir de la entidad. El Patronato que llenaba Son Moix e hizo que el baloncesto tuviera un lugar prioritario en el panorama deportivo de Ciutat bajaba la persiana días después. Seguirían activas las categorías base (el Patronato Obrero de San José, la matriz, sigue hoy en día en marcha), pero por el camino se quedaban consecuencias económicas y personales que marcaron a muchos de los protagonistas durante muchos años, una plantilla profesional que tuvo que buscarse la vida lejos de Mallorca y el sueño de la ACB.

Para muchos, la clave fue la venta del recinto de Avingudes, el corazón de Patronato. Pero el punto de inflexión en el trayecto que iniciaron allá por 1986 Pedro Vidal y su equipo fue la derrota en el ‘playoff’ ante el Cáceres.

Problemas

La posibilidad de subir a ACB en la campaña 91/92 ofuscó las dificultades económicas del Patronato, presidido por Esteve Siquier. El revés de Cáceres abrió la puerta al ascenso vía despachos. Incluso Marbella se postuló como patrocinador. Pero el curso 92/93 arrancaba con un presupuesto mínimo para Primera División. La situación era acuciante, con impagos que se reflejaban en la pista. Popson se fue y llegó Chievous, con su ‘no money, no play’.

El domingo 24 de enero de 1993 el Patronato jugaba su último partido, en Son Moix. Se perdió con el Gran Canaria (88-99), pero una ovación despidió al equipo, que ya no viajó a San Sebastián, dándoles por perdido el choque ante el Askatuak (2-0). El viernes 5 de febrero de 1993, los socios de número, convocados en asamblea extraordinaria, decidían retirar al equipo. Era el fin y la diáspora del grupo.

Veinte años después,

Ultima Hora ha reunido al grueso de los integrantes de aquel Patronato. Los técnicos Xisco Amengual, José Luis Alberola y Miquel Reynés, y los jugadores Guillem Coll, Toni Fiol, Alberto Alzamora, Pep Bisquerra y Pau Giménez regresaron al número 18 de la calle Bonaire para revivir esos días.

«Todavía hay gente que nos recuerda que iba a ver los partidos, eso te emociona... aunque aquí perdimos todos», asegura Guillem Coll. Miquel Reynés, trainer del equipo admite que «con el Patronato se perdió la gran ocasión para subir a ACB, aunque creo que con más ayuda institucional se hubiera salvado». Fiol tene en mente «el apoyo de la gente, de la afición, fue espectacular». Palabras que suscribe Bisquerra, quien admite sentir «nostalgia por lo que significó el Patronato para el baloncesto».

La despedida ante el Gran Canaria fue, para Reynés, «emotiva y triste», especialmente según Coll «en el vestuario. Sabíamos que era el final». «Los aplausos de la gente, las lágrimas... fue muy sentido», añade Amengual. Todos coinciden en la unidad del grupo. «Entrenamos a tope hasta el final, pese a los problemas de cada uno», explica Alberola, cuando el que más, afirma haber cobrado «una nómina y media». Eso sí, dos nombres destacaron: Toni Servera (fallecido después) y Derrick Chievous. «Toni era el líder», dice Alzamora, mientras Giménez habla de él como «un tío con carácter», al que hace poco Coll recordaba con su padre. El estadounidense era «un personaje... hacía cosas raras». De cara al futuro, Alberola y Reynés coinciden en que «no ha habido relevo generacional de directivos, no hay estructuras profesionales y es difícil encontrar dinero». Xisco Amengual destacó que «los errores se han repetido en Inca o Menorca» y ensalzó la actitud de los jugadores «un ejemplo de compromiso. Por eso, todos encontraron equipo». La vida siguió sin el Patronato, pero veinte años después su huella sigue presente en el baloncesto mallorquín.