El Constància, a Segunda B. | P. Pellicer

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Después de 25 años, la emoción embriagó a los aficionados blanquinegros de toda la vida que todavía acuden al campo para ver a su equipo del alma. Las lágrimas y los abrazos eran constantes al final de un choque emocionantísimo que se decantó del lado de los hombres de Nico López. El Constància, a base de esfuerzo, tesón y fe, apartó del camino al Villarrobledo para volver a tocar el bronce un cuarto de siglo después. (2-1)


El Constància afrontaba el choque de vuelta con la ventaja de haber obtenido un buen resultado en el partido de ida en tierras albaceteñas. Tras el 0-0, la victoria por la mínima servía para lograr un ascenso que se había perseguido con ahínco en las últimas campañas. La escuadra de Nico López, no obstante, arrancó la cita con la ausencia de Oller, su delantero de referenica, por una lesión.

El Constància demostró que el récord de 29 partidos sin perder en categoría nacional no era una casualidad. Ayer, ante el Villarrobledo dio toda una lección de disciplina, maniatando al equipo manchego en ataque y no dejándole llegar con peligro en la primera mitad a la meta de Rafa Calderón.

Contragolpe
El cuadro local se aferró al contragolpe como arma principal contra el Villarrobledo, pero fue a balón parado donde llegó el primer tanto. Jaime botó una falta y Bernat Alomar, de cabeza, conectó un remate que se coló en el fondo de las mallas. Era el minuto 10 y el Constancia ya miraba al horizonte con optimismo.
Tras el gol, la escuadra visitante pisó el acelerador e intensificó sus acciones en ataque. Sin embargo, sus acometidas se estrellaban una y otra vez en la férrea zaga local. Esa seguridad en la línea de atrás fortaleció los cimientos del sueño.
A medida que el reloj avanzaba, la tensión comenzó a cobrar forma en el Camp Nou de Inca. En el minuto 36 se produjo la chispa que encendió los ánimos. Nené fue objeto de una falta clara, que señalada por el colegiado. Los jugadores del Villarrobledo, haciendo caso omiso al fair play, optaron por no tirar el balón fuera para que el jugador local recibiera atención médica.


Esta situación provocó una pequeña tangana entre jugadores de ambos equipos que provocó la intervención inmediata del colegiado catalán Avalos Barrera, que cortó de raíz esa fricción.
Pese al dominio del Villarrobledo en los minutos finales de la primera mitad, el Constància no descuidó las contras y creó algún que otro peligro, gracias a Bernat Alomar. Con ventaja local y los nervios a flor de piel, se llegó al descanso de un choque marcado por la emoción y la incertidumbre. El sueño, a cuarenta y cinco minutos.

Tras el descanso, el conjunto manchego avanzó líneas ante un Constància ordenado que lo rifaba todo a la contra para sentenciar la eliminatoria.
Sin embargo, en el minuto 79, Ortiz firmó un golazo, con un chut que se coló por toda la escuadra, que dejó helado el Camp Nou. A falta de solo diez minutos para el final, el sueño del Constància pasaba a manos de su rival, que ya se veía en la Segunda División B.

En ese momento, Nico López movió ficha. Se lo jugó todo a la carta de Mateu Ferrer y le salió perfecto.
El Constància se tiró a la yugular de su enemigo con fe e insistencia. De nuevo en una acción a balón parado, llegó la locura a Inca. Ferrer aprovechó un rechace para lograr, prácticamente en el descuento -minuto 94- el gol que le abría las puertas de la historia y que le permitía al equipo inquense retornar a Segunda B un cuarto de siglo después.
Por cierto que el ascenso tiene doble premio, ya que permite al Ferriolense seguir en Tercera División. Una tarde perfecta.