Antoñito, ayer, atendiendo a los medios en la sala de prensa del Estadi.

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A menos de tres días para que el Estadi abrace una de las representaciones más trascendentales de su historia moderna, el Atlètic Balears empieza a lucir esos galones que guarda en el vestuario. Y en esa dirección, parece que el momento de Antoñito ha llegado. El ariete sevillano, la primera gran piedra del enorme proyecto que comenzó a diseñarse el pasado verano junto a la Vía de Cintura, es el futbolista con el historial más profundo de la plantilla y todo un especialista en escalada futbolística. Con cuatro saltos de categoría sobre los hombros, el Romario del Polígono (así se le conocía cuando empezaba a emerger en los modestos campos de tierra de su Sevilla natal) se aproxima al fin de semana en busca del mas difícil todavía. El hombre ascenso está listo para actuar de nuevo.
Para Antonio Ramiro Pérez, Antoñito (Sevilla, 1978) las mejores imágenes de la temporada están por llegar. Acostumbrado a caminar en dirección ascendente durante la fase regular de la campaña, el andaluz se destapó como el líder natural del equipo en el cuartel general del Mirandés y sabe que el domingo le toca volver a tirar del grupo. Entre otras cosas, porque no habrá ningún otro jugador sobre el campo que haya participado en más fiestas que él a estas alturas del año. «Si yo tuviera esa varita del ascenso estaría jugando hasta los 45 años, aunque está claro que esa experiencia es importante», afirma entre sonrisas cuando se le pregunta por su exitoso pasado a la hora de trasladar clubes de un piso a otro. «He tenido la suerte de haber vivido ascensos importantísimos y en ciudades en las que hacía muchísimos años que no se disfrutaba de una categoría superior. Lo más importante es creer y tener la cabeza fría. En Miranda llevábamos el peso de que había muchos compañeros que todavía no habían jugado eliminatorias así y en el momento en que se sacudieron esa presión todo fue mejor. Curiosamente, fue ahí donde nos marcaron el gol, pero ahora debemos creer y darlo todo», explica convencido.
Antoñito empezó a componer finales felices hace más de una década. En 2001, concretamente. Un expediente galáctico (marcó 40 goles en 35 partidos con el filial sevillista en Tercera División) propició que el hoy entrenador del Mallorca, Joaquín Caparrós, le reclutara para actuar hasta en cinco ocasiones con la primera plantilla y ser partícipe de la última escapada del infierno que tuvo que protagonizar el conjunto de Nervión. Acababa de abrir por primera vez las puertas de la Primera División.
Empezó a disfrutar a partir de ese instante de unas vistas privilegiadas, pero no alcanzó la estabilidad en el Pizjuán e inició un pequeño paréntesis en su ciclo como sevillista para marcharse al Recreativo de Lucas Alcaraz en busca de los minutos que le hacían falta para consolidar su trayecto. En el Nuevo Colombino disputó 18 encuentros, marcó 7 goles... y volvió a despedir la campaña entre confeti y serpentinas. Los onubenses, que un año después se medirían al Mallorca en la final de la Copa del Rey del Martínez Valero, retornaban al ático del fútbol español tras más de veinte años de espera.
Antoñito se ganó el derecho a ocupar un asiento en el primer equipo sevillista, donde permaneció hasta 2005, pero volvió a hacer las maletas para marcharse a Santander, donde también jugó un papel determinante. Con los de Nando Yosu luchando por sobrevivir en Primera a falta de una jornada, el del Polígono de San Pablo rubricó un gol salvador (ante Osasuna, en el minuto 88) que provocó el delirio en las gradas de El Sardinero y certificó la salvación de los cántabros.
De festejo en festejo
Al delantero balearico, que se marchó ese mismo verano al Murcia, todavía le quedaban muchas cosas por festejar. Como esos otros dos ascensos que alumbran su ficha. El primero esa misma campaña, en la Nueva Condomina con el Murcia. Y el segundo dos años más tarde, frente a las gradas de Chapín, para que el Xerez perdiera la virginidad en Primera 62 años después de su nacimiento. Ahora, tres años después de todo aquello, la historia del Atlètic Balears le reclama. Es su momento.