El montañero mallorquín Tolo Calafat, durante la expedición al Everest del año 2006. | Efe

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La que ya es una de las mayores gestas del deporte balear no tuvo un final feliz. El Annapurna, una de las montañas más peligrosas del planeta, se cobraba hace doce meses su última víctima, y sacudía de forma letal al mundo del alpinismo mallorquín y español. La vida de Tolo Calafat se apagaba a unos 7.500 metros de altura, en una zona en la que la supervivencia resulta casi imposible, tras culminar la ascensión y sufrir en el descenso problemas físicos que tuvieron consecuencias irreversibles.

La madrugada del jueves 29 de abril de 2010 tuvo a muchos en vilo, esperando noticias desde la cordillera del Himalaya. Hasta que Juanito Oiarzabal confirmaba en RNE el fallecimiento de Tolo en el Annapurna, tras no llegar a buen puerto el operativo de rescate a mayor altura jamás realizado en toda la historia. Horas antes (las 16:15 en Nepal del martes 27 de abril), uno de los primeros mallorquines en hollar la cima del Everest inscribía de nuevo su nombre en la leyenda, al alcanzar la cima del Annapurna (8.091 metros) junto a Carlos Pauner y Juanito Oiarzabal.

Problemas

En el descenso, el agotamiento de Tolo le hizo quedarse rezagado, impidiendo que pudiera completar el camino hacia el Campo 4, donde sí llegaron los otros expedicionarios. Calafat se quedo a la espera, solo y a unos 7.500 metros, de que un sherpa llegara a su posición con víveres y medicamientos. La caída de la noche complicó la situación, y el paso de las horas, unido a las condiciones climatológicas y la dificultad y riesgo del rescate de Tolo, provocaron momentos de tensión, más al negarse los sherpas de la coreana Oh Eun Sun a afrontar el reto. Pese a ello, Oiarzabal y Pauner, junto al rumano Horia Colibasanu, lograron movilizar los medios necesarios para realizar el rescate a mayor altitud jamás realizada por un helicóptero (AS350 B3 de Air Zermatt, con el sello de Eurocopter). Finalmente, la operación se realizó, con el médico asturiano Jorge Egocheaga al frente, pero tras dos pasos, no se halló rastro de Tolo, aunque sí del nativo que fue a su búsqueda. Los sherpas Sonam y Dawa descendieron por su propio pie, mientras que Colibasanu, Pauner y Oiarzabal bajaban hasta el Campo Base colgados a una cuerda que pendía del potente helicóptero.

Tolo Calafat reposaba para siempre en el Annapurna y su nombre pasaba a formar parte de la leyenda, al igual que en su día lo hicieron Xavier Socías y José Carlos Mármol en el Diran Peak.

Tras ello, se inició la carrera burocrática para obtener el certificado de defunción del balear. Los doctores Nerín y Morandeira, junto con la Cónsul Honoraria de España en Katmandú, el Govern y la Embajada en Nueva Delhi (India), trabajaron para que el Ministerio de Turismo de Nepal emitiera el documento que cerrara este proceso.

Este viernes, 29 de abril de 2011, se cumple un año del adiós a Calafat, cuyo nombre y logros siguen vivos en la memoria colectiva del alpinismo balear y español. Tolo descansa para siempre en el Annapurna y con él, su legado deportivo y humano.