Alba Torrens, en el centro de la imagen, recibe de manos del presidente de la Federación Española de Baloncesto, José Luis Sáez (derecha), su premio como MVP de la Final Four. | Efe

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No se equivocaban los que hace más de un lustro hablaban maravillas de ella. De una joven espigada que enamoraba con la forma de entender y desarrollar el baloncesto que mostraba a todo el que tenía la fortuna de conocerla. Alba Torrens Salom (Binissalem, 1989) ha vivido una progresión meteórica, pero compensada. Medida milimétricamente por un entorno que sabe dirigir su carrera, cerrando capítulos a la vez que van acumulando éxitos en un currículo que empieza a ser interminable.

Con 21 años, Alba ya es una de las grandes. Seguida y pretendida por toda Europa y drafteada por Connecticut Sun -ya conoce en persona la franquicia y siempre tiene en mente la WNBA-, pocas cosas se ha dejado por el camino en las categorías de formación. Campeona de Europa cadete y júnior, plata continental Sub 20, campeona mundial escolar y poseedora de una colección de títulos de MVP, ayer añadió otro en un escenario hace un tiempo impensable. Si hace unos meses era la mejor jugadora joven del continente, ahora, Alba ya es la reina de la Euroliga.

Su primer gran título a nivel de clubes no podía ser mejor. Y eso que su ciclo en Salamanca podría llegar a su fin: Galatasaray, Spartak o Ros suspiran por ella, pero los turcos gozan de ventaja. Tras iniciarse en Inca y pasar por la indispensable cantera del Sant Josep, dio el salto al Segle XXI. Allí se presentó al mundo para debutar de la mano del Celta en Liga Femenina. Su formación tenía una parada clave en Salamanca, donde el Perfumerías Avenida le ofrecía la oportunidad de consagrarse a base de títulos. Y de qué manera. Por el momento, una Supercopa y la Euroliga le avalan. Ahora, toca la Liga Femenina. La guinda a un año sensacional. Y es que el histórico bronce mundialista con la selección absoluta, con la que debutó en los Juegos de Pekín (5ª y diploma) y se confirmó con el bronce en el Europeo de 2009, era un buen presagio. Porque el futuro ya está aquí, y a Alba le quedan muchos kilómetros y éxitos que disfrutar. Y ojo, que su hermana pequeña, Mireia, ya apunta maneras. No puede tener mejor referencia.