DIego Maggi posa para este diario en Inca. | Pilar Pellicer

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Maradona decía de él que era «un maestro» y su generación sentó las bases para que Argentina se convirtiera años después en una potencia capaz de ganar un oro olímpico y sembrar de talento el planeta. Diego Maggi (Buenos Aires, 22 de noviembre de 1963) nació el día en que asesinaron a Kennedy y en la actualidad ha elegido Inca para vivir y el Club Bàsquet Colonya Pollença para trasladar su pasión y conocimientos. Entrena al sénior masculino y el júnior femenino y comparte devoción por el baloncesto con su pareja (Ethel) y sus hijos, Lucía (su delegada de equipo), Nicolás e Iván, este último enrolado en el Sindicato de Jugadores de la NBA.

Diego Maggi, en su etapa como jugador de la selección argentina.

En 2009 aterrizó en Mallorca, donde fue recibido por Juan Domingo de la Cruz, realizando su formación como entrenador (coincidió con Mateu Bordoy, Álex Requeni o Lucas Victoriano, entre otros) y pasando por Bunyola, Agora Portals y, tras un impás en Inglaterra, por Andratx hasta llegar en la temporada 2021/22 a Pollença. «Hago lo que me gusta y eso no tiene precio», relata.

El pívot, superando la defensa de David Robinson.

En Argentina es todo un referente e ídolo de la generación que vio crecer su liga y a la selección en unos tiempos en los que «teníamos a la Brasil de Oscar Schmidt, Puerto Rico, Venezuela con Carl Herrera.... Y Estados Unidos, cómo no», recuerda el pívot, con cinco ligas en su palmarés, tres de ellas con Ferrocarril Oeste (también jugó en GEPU o Peñarol), además de participar en los Mundiales de España 86 y Argentina 90, culminando su trayectoria con el oro en los Juegos Panamericanos de 1995. «Fue algo espetacular en su momento», apuntando que le quedó pendiente «ir a unos Juegos Olímpicos...».

Arvydas Sabonis machaca ante la mirada de Maggi (derecha).

Y recuerda a rivales «duros», como el mallorquín Rafa Rullán en la Copa Intercontinental de 1981, pero también a Andrés Jiménez o Fernando Martín, «aunque siempre me tocaba defender a Romay, que me sacaba 10 centímetros y 15 kilos», bromea Maggi. Magnifico, Meneghin, Riva, Sabonis, Kurtinaitis, Homicius, y las figuras del futuro Dream Team, como Michael Jordan o David Robinson, toparon con Diego, que pasó «el testigo a los Ginóbili, Scola, Nocioni, Oberto (con quien compartió habitación en los Panamericanos del 95)... Una generación espectacular, que nos puso en el mapa».

Diego Maggi, dando instrucciones a sus jugadoras del Colonya Pollença.

«En nuestro momento, era utópico llegar a la NBA... Y mira después», añade Maggi, quien admiraba especialmente a Fernando Martín y procura pasar «desapercibido», algo difícil midiendo 2'06. «Algunos padres me conocen, más si son argentinos, pero en mi país es más la gente que sabe de mí, aunque yo intento ser discreto», comenta, a la par que confiesa que le gustaría poder encontrarse por Mallorca a su compatriota y seleccionador argentino de fútbol, Lionel Scaloni. «Tiene un mérito enorme lo que ha hecho, consolidando a un grupo en torno a un líder como Messi. Y, además, llegar a ser campeones del mundo. Me encantaría poder conocerle y saludarle», afirma con una amplia sonrisa Diego Maggi, un grande del baloncesto argentino y mundial que imparte magisterio en Pollença.