El mallorquín Rubén Vicente con la medalla de plata conseguida el domingo en Málaga. | Pilar Pellicer

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Nacido en las entrañas de una familia de baloncesto y criado bajo el amparo del CB Consell hasta los 12 años, Rubén Vicente (Consell, 14 de febrero de 2005) hizo las maletas hacia Málaga tan solo unos meses después, con 13, para madurar en su juego. En Unicaja consiguió cumplir los pasos establecidos y pasado domingo tocó la gloria con la yema de los dedos ante Estados Unidos en el Mundial de Baloncesto Sub17. Con la medalla de plata bajo el brazo, el mallorquín, con la timidez correspondiente a su edad a pesar de su 1,97 metros de altura, desgrana sus inicios en el baloncesto balear. «Empecé de pequeño en el baloncesto, pero me aburría y siempre me castigaban por ser muy nervioso. Le pedí a mi padre jugar a fútbol pero al final, viniendo a ver a mi hermana, un día me pusieron a jugar con ellas y desde ahí me decidí por la canasta», explica bajo la atenta mirada de su padre Kymo Vicente, exjugador y actual presidente del CB Consell, sobre la decisión que tuvo que tomar entre el césped y el parquet de la pista.

A los 13 años abandonó Mallorca con destino a Málaga. El Unicaja se hizo con sus derechos federativos y a pesar de su juventud, llevó bien asentarse lejos de casa. «Soy algo frío en este sentido y no se me hizo duro. Quizás hacer amigos y estar lejos de mis padres se me complicó un poco, pero no excesivamente. A día de hoy, estoy como en casa», explicó el joven escolta de Consell. Cuatro años después, se ha visto con la oportunidad de jugar el Mundial Sub17 con la selección española. Un hecho que no olvidará jamás. «Cuando me enteré no me lo creía. Estar entre los 12 seleccionados para este campeonato es algo increíble», afirmó. Además, llegar hasta la final ha hecho que la experiencia sea aún más increíble. «No llegas con ningún objetivo en mente. Sabíamos que teníamos nivel para hacer algo grande, pero conseguir la plata es algo que no se puede calificar.», confirmó el jugador.

A pesar de tener un rol secundario en el equipo, Vicente no se quejó en ningún momento porque la unión del grupo les llevó al éxito. «Cuando te llama la selección y tan solo podemos ser 12, tienes que ir sin expectativas de nada porque un día juegas 30 minutos y al siguiente, nada. Lo importante es que estábamos todos enchufados y por eso se llegamos tan lejos, hasta la final», justificó sobre su escasa presencia. La gran final fue la culminación a un Mundial en el que la gente estuvo muy volcada con la selección española. Rubén lo vivió aún más porque se disputó en el Martín Carpena de Málaga. «No esperaba la respuesta de la gente. Jugar en la pista que voy a ver cada dos semanas es algo que no podré olvidar. Fue increíble.», señaló el escolta, especialista en triples, que ahora descansará unas semanas antes de volver a Málaga para preparar la nueva temporada tras acabar un año muy bueno a nivel individual.

«Ha sido un año muy bueno. En Unicaja llegamos a jugar la fase de ascenso aunque no se pudo concluir bien el año con la promoción a LEB Plata, pero acabamos satisfechos con la temporada», sostuvo para analizar su presencia en Málaga. El escolta de Unicaja vive feliz en la Costa del Sol y quiere triunfar en el club que considera le ha dado todo a nivel deportivo. «Llevo cuatro años aquí y estoy muy bien. He crecido aquí y mi sueño es debutar en el primer equipo», aseveró. Sin embargo, no cierra la puerta a futuras salidas para seguir aprendiendo. «Nunca se sabe, el mundo da muchas vueltas y no puedo decir que no saldré», afirmó el balear. Por último, calificó de «decepción el descenso del Bahía San Agustín a LEB Plata», pero manifestó que «el proyecto futuro tiene muy buena pinta a LEB Oro», subrayó.