Guillem Boscana y Félix Alonso, en una reciente rueda de prensa. | miquel a. cañellas

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Resultaría mezquino obviar -incluso discutir- el papel protagonista que ha asumido Guillem Boscana en el crecimiento del baloncesto mallorquín durante los últimos años. El actual presidente del Bahía San Agustín fue hábil al ocupar el espacio dejado por los extintos Bàsquet Inca y Palma Aqua Mágica.

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Su peculiar -y austero- modelo de gestión le convirtió en el último superviviente en un deporte donde se amontonan los cadáveres. En el mapa insular, Guillem Boscana siempre ha tenido más detractores que adeptos, pero esta temporada está dando la razón a sus críticos. Ni ha querido asumir su fin de ciclo, ni tampoco ha permitido que el BTTB emprendiera el vuelo. El problema es que en su inexplicable empeño por dinamitar un proyecto que él mismo ayudó a engendrar ha encontrado a varios colaboradores, entre ellos, al vicepresidente Sebastià Matas.

Exculpar a jugadores y cuerpo técnico de la crisis de resultados por la que atraviesa el BTTB sería absurdo, pero también lo es anteponer egos al interés general. Resulta difícil entender por qué Boscana no ha querido entregar la plaza LEB a Gabriel Subías, pero lo más complicado es llegar a comprender los motivos que le han conducido a declarar la guerra a su propio equipo, entrenador y empleados. ¿Qué quiere Boscana? Quizás no lo sabe ni el propio Boscana. El BTTB pierde, él gana...