La trayectoria profesional del árbitro de baloncesto Enrique Ortega Vila como técnico en emergencias sanitarias permitió gestionar mejor un lance que quedó en accidente, pero pudo tener consecuencias fatales.

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La providencia y el saber hacer del árbitro Enrique Ortega Vila (en las designaciones Vila) evitaron una tragedia el pasado fin de semana durante un partido de baloncesto cadete masculino. Su experiencia como técnico en emergencias sanitarias resultó clave para salvar la vida de un joven jugador y manejar una situación límite. Corría el minuto 6 del tercer cuarto del choque entre el EU Moll y el Santanyí, disputado en el Port de Pollença, cuando dos jugadores chocaron, llevándose la peor parte el local, que se golpeó con la sien contra el suelo. El deportista empezó a convulsionar y perdió el conocimiento.

Entonces actuaron Ortega y su auxiliar de mesa, Carlos Jiménez. Este último intentó con la mano que no se tragara la lengua, mientras el colegiado le sujetaba la cabeza para evitar dañarse las cervicales y le colocó de costado. «Nunca le faltó oxígeno y eso ayudó a su recuperación», explicaba Ortega, que pidió calma a padres y presentes, entre los que cundió el nerviosismo por la gravedad del momento.

Para liberarle y proteger las vías respiratorias se hizo uso de una Cánula de Guedel, «evitando así que su corazón se parara», prosigue Enrique. El jugador siguió convulsionando, aunque se mantuvo el protocolo para controlarle sus constantes vitales y estabilizarle. La llegada de una ambulancia acabó por tranquilizar los ánimos, siendo trasladado el baloncestista a un centro hospitalario, habiendo recibido ya el alta médica, por lo que se recupera en casa. «Lo importante es que el chico esté bien, pero espero que esta experiencia sirva para tomar conciencia de lo necesarios que son los cursos de primeros auxilios para entrenadores y árbitros», dice. Y razón no le falta.