Anne es sobrina del gran Jean d’Ormesson, con eso se lo digo todo. Pues bien, un año más, y son ya muchos, volvió a reunir a sus amigos más queridos, mallorquines la mayoría, porque ella entre nuestra sociedad es una mallorquina más, y le encanta demostrarlo. La adoramos y se nota, y ese cariño lo ha recibido porque se lo ha ganado como lo hacen las grandes damas, como doña Sofía, que es lo más top, pero emana una calidez tan humana que a su alrededor todo se vuelve natural.
Anne recibe con naturalidad, en las terrazas que rodean su respetada casita de pagès pollencí, solo alterada por la introducción de vajillas preciosas, cristalerías maravillosas y detalles de fantasía sorprendente colocados en cada mesa. Esa noche de verano, mientras se bailaba en la plaza del pueblo, que celebraba nuestra Patrona, también se bailaba con el buen gusto y el saber ser de cada uno de los invitados y por supuesto de los anfitriones, pues Anne estuvo acompañada por su hijo y su nuera, y sus dos nietos, todavía niños que trabajaron de aparcacoches, con un saber recibir que les guiará toda la vida. Los invitados fuimos distribuidos en mesas que facilitaran la buena conversación, mientras se disfrutaba de un menú perfecto para el verano. Se sirvió una buenísima paella como plato principal acompañada de ensaladas servidas en bufet. Y de postre el mejor de los regalos, cardenal de Lloseta, en todo su esplendor.
Adoro esas noches de verano relajadas y exquisitas. Por supuesto, ayudó que estuvieran presentes algunos de los grandes nombres de la sociedad mallorquina, española e internacional. Ser un gran nombre requiere una gran preparación y esa noche se respiró en el ambiente durante toda la velada. Y sigo, hablándoles del estilo de don Felipe, que es mucho, y en este caso Made in Mallorca. ¿se puede tener mejor embajador?
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