Los restos del DC-9 de Iberia que se estrelló en suelo francés. | Redacción Sucesos

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Medio siglo después, la tragedia del DC-9 de Iberia en Nantes sigue grabada a fuego en una generación de mallorquines. En el avión, que colisionó en pleno vuelo con otro de Spantax, viajaban 68 tripulantes y pasajeros. Doce de ellos eran mallorquines. Todos murieron en Francia aquel aciago 5 de marzo de 1973. El otro aparato de Spantax, milagrosamente, pudo volar con un ala destrozada y aterrizó guiado por un caza militar francés.

El vuelo 504 de Iberia cubría la ruta entre Palma y Londres, pero debía haber realizado ese trayecto el día anterior. Una avería en los retenes del amortiguador del tren de aterrizaje provocó que esa noche el aparato acabara en los hangares de reparación de Son Sant Joan y que el vuelo se suspendiera hasta el día siguiente. El otro aparato era un Convair 990 de Spantax y el número de vuelo era el 400. Su ruta era Madrid-Londres. En el primero viajaban 61 pasajeros y 7 tripulantes, y en el segundo 99 pasajeros y siete tripulantes.

Como en la mayoría de tragedias, acontecieron un cúmulo de circunstancias y casualidades, que sellaron el destino de los ocupantes del DC-9. En Francia se había iniciado una huelga de controladores aéreos y los militares tuvieron que dirigir la torre de control. No tenían los conocimientos necesarios, lo que a la postre tuvo consecuencias fatales para el vuelo que había despegado de Son Sant Joan y se dirigía a Heathrow.

El 5 de marzo, al mediodía, ambos vuelos españoles se encontraban sobre el territorio francés. El de Iberia volaba a unos 29.000 pies y el de Spantax lo hacía a la misma altitud, a unos 25 kilómetros al Sureste de Nantes. En ese momento, según la reconstrucción de los hechos que las autoridades llevaron a cabo, ambas aeronaves recibieron la orden de los controladores del Sector de Marina, en la base aérea de Mont-de-Marsan, de que se comunicaran con la torre de Brest, para recibir nuevas instrucciones.

La una de la tarde era la hora fijada para llegar a unas determinadas coordenadas de un punto de navegación, pero surgieron las primeras dificultades para contactar con los controladores aéreos. La tripulación del Convair 990 de Spantax decidió virar hacia la derecha para no llegar antes de tiempo, en un área llena de nubes y poca visibilidad. Eran las 12.52 horas y a continuación se produjo una de las peores tragedias aéreas con mallorquines que se recuerdan. Los dos aviones colisionaron en pleno vuelo y el DC-9 de Iberia, donde viajaba la comitiva isleña, explotó y cayó hecho añicos, acabando al momento con la vida de los 61 pasajeros y siete tripulantes.

El drama, con todo, pudo haber sido peor. A 9.000 metros de altitud, el comandante Antonio Arenas y su copiloto Esteban de Saavedra, notaron un fortísimo golpe en su costado izquierdo. El DC-9 Ciudad de Sevilla acababa de impactar contra ellos y los pilotos, en sus declaraciones posteriores, reconocieron que «pensamos que íbamos a morir». La brutal colisión se produjo sobre la localidad de La Planche y la pericia del piloto obró el milagro. Con cinco metros menos de una de sus alas, intentó descender sin perder el control y al poco tiempo apareció un caza de combate francés, que lo guió durante 27 minutos que se hicieron eternos para los ocupantes del vuelo 400.

Finalmente, y de forma milagrosa, consiguieron aterrizar en la base militar de Cognac, a unos 160 kilómetros del lugar de la colisión. La noticia de la tragedia, y la suerte corrida por los pasajeros y tripulantes del DC-9, llegaron pronto a Mallorca, donde la conmoción fue total. Un schock que todavía hoy, medio siglo después, se recuerda en muchas familias. La mayoría de pasajeros eran ingleses que regresaban a su casa en Londres tras unos días de vacaciones en Mallorca, pero también había doce isleños, la mayoría de ellos muy conocidos del sector turístico y empresarial.

Bartolomé Buadas Mayol era un brillante hotelero vocal del Comité Ejecutivo del Turismo y consejero del Hotel Formentor, y Ernesto March Baraibar ostentaba el cargo de gerente de Fomento de Turismo. Ambos iban a Londres para preparar un congreso de la Asociación de Agencias de Viajes y Touroperadores británicos (ABTA) y recibieron, a título póstumo, la medalla de Fomento. En el avión siniestrado también viajaba el conocido empresario de Inca Lorenzo Marqués Fiol, de Calzados Melis. Ese día, a las cinco de la tarde, tenía una cita en Londres con unos clientes. También perdió la vida Domingo Murano Papinel, director general de la compañía Air Spain. Una familia entera mallorquina murió en el siniestro: el matrimonio formado por Marino Parra Juez y Margarita Balaguer Galmés, que viajaban con su hija de pocos meses Isabelita Parra Balaguer. Habían estado en Mallorca para una celebración familiar y regresaban a la capital inglesa, donde residían. También fallecieron, entre otros pasajeros, José Vaquer Marí, Enrique Bourne, Luis Massa, Manuel López, Rosa Alemany de Ensenyat, María Paz Mendoza y su esposo Ellis.

La prensa internacional se hizo eco, además, de la muerte de Mike Jeffery. Fue un gerente de negocios de música en inglés de la década de 1960, muy conocido por haber representado al grupo The Animals y al legendario Jimi Hendrix. Tras el accidente, la edición de Ultima Hora del 6 de marzo destacaba que el piloto de Spantax había sido detenido tras la colisión en el aire, aunque días después fue puesto en libertad.

A partir de ese momento, se entabló un largo litigio judicial para determinar las causas de la tragedia y quién era el responsable. La consecuencia inmediata del drama fue que 16 aerolíneas decidieron cancelar todos sus vuelos que sobrevolaban el espacio aéreo francés. Siete años después, el informe oficial concluyó que los militares controladores aéreos franceses tuvieron gran parte de la culpa de lo ocurrido. También responsabilizaron a la tripulación de Spantax por la maniobra de espera que realizaron.