Abandoné unos días mi confinamiento en el piso para ir a confinarme a la casa del pueblo. La diferencia fundamental está en que dejé el aire acondicionado para conformarme con un ventilador. Evidentemente, ya he regresado a toda prisa, puesto que el cambio no funcionó. Y ya sé que no se pueden comparar las vistas y que es imposible preferir el asfalto y los coches al mar y las mejores puestas de sol de la isla. No los prefiero. Pero para qué quiero tanta maravilla si apenas puedo moverme de la silla. Ya de vuelta, he estado leyendo artículos y reportajes sobre el cambio climático y he llegado a la conclusión de que podría estar desarrollando un nuevo tipo de estrés o, incluso, una depresión. Se podría tratar de un caso de ansiedad ecológica o ecoansiedad.
Ecoansiedad (sí, también existe)
Palma24/08/23 0:29
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