Ha sido muy comentada la imagen de las ministras Irene Montero y Ione Belarra durante la reforma de la ley más famosa del mundo, el sí es sí de marras, ambas juntas y solitarias en el banco azul del Gobierno extrañamente vacío, mientras casi todo el arco parlamentario, de izquierda a derecha, les propinaba una zurra dialéctica y las regañaba sin miramientos. Incluso se han visto numerosas fotos en la prensa del abandono de esas ministras reprobadas en el yermo banco gubernamental, como si fuesen Hansel y Gretel en el bosque oscuro. Solas ante los peligros, pero no desvalidas, porque yo vi en la tele esa sesión parlamentaria, durante casi una hora con creciente malestar, y mi impresión fue precisamente la contraria. Se exhibían con orgullo, cargadas de razón, a veces cuchicheaban entre sí tapándose la boca con la mano igual que futbolistas sobre el terreno de juego, o miraban impávidas y desdeñosas a todo el Congreso, y su actitud de apabullante superioridad intelectual y moral, sólo comparable con la de ciertos obispos de la Conferencia Episcopal aguantando con santa paciencia las acusaciones del populacho, casi me dejó turulato. Hasta me asusté, porque hace años que no veía tal alarde de certeza moral.
Imagen inolvidable
Palma11/03/23 0:29
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