Cada vez tengo menos dudas respecto de que la mayoría de quienes vivimos la circunstancia histórica de aprobar en referéndum la Constitución de 1978, cuando eso se dio nos hubiéramos conformado con mucho menos; quizá por eso no escatimamos en renuncias, que actualmente algunos no comprenden o entienden su persistencia. El ‘cambio’ era la palabra de paso; y todo estaba en función de lo preciso para llevarlo a cabo. Podemos afirmar, por eso, que a la Constitución la adoptamos sin conocerla bien. Lo que tampoco es tan raro, pues es lo que ocurre al adoptar un hijo. Y alguna analogía hubo en ello.
Junto a valores y derechos fundamentales sobre los que se construiría el edificio constitucional, hubo prescindencia de aspectos sobre los que pudieran darse futuros reparos. El título octavo es un ejemplo de oro. Pero no único. Se dejaron, en suma, bastantes cabos sueltos, que el presidente Sánchez, con su infinita audacia ha tirado de ellos. Si pudo es porque podía. Pura tautología. A lo que, por pudor democrático, no se atrevieron los anteriores presidentes.
Sobre la transición que fue
Palma03/06/22 3:59
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