Y, paralelamente, Torrens ha aprovechado para montar un amplio y austero restaurante con mesas que se pueden juntar para atender a grupos amplios, y una zona de terraza cubierta, más desenfadada. Un restaurante ‘poligonero’ donde da de comer a una clientela, la mayoría de los alrededores, aunque cada vez más frecuentada por comensales que vienen ex profeso atraídos por el boca a boca de que «son los de Ca'n Amer». A medio día, Tomeu y su eficiente equipo sirven un buen menú, muy mallorquín, en el que se pueden elegir platos de una carta amplia y variada por un razonable precio de 18,5€, que merece mucho la pena.
Obviamente, el local tiene sus limitaciones. No es lujoso, pero sí correcto, con una llamativa decoración de sartenes de cobre. Las servilletas son de papel, y platos, cubertería y copas, dignos. Pero, y eso es lo importante, la comida es excelente y –a pesar de estar elaborada para atender con su cátering a muchos clientes–, mantiene el espíritu con el que se preparaban los platos en el antiguo Ca'n Amer. Sin ir más lejos, esto es lo que nosotros elegimos: sopas mallorquinas, bien presentadas en tartera de barro, con una gran abundancia de verduras y justa proporción de pan, coronadas por dos rabanitos y guindilla. Espléndido tumbet de jugosa cama de verduras y patatas; como platos principales, jugoso frito de cordero; magníficos calabacines rellenos de marisco, acompañados de patatas confitadas sobre una salsa muy bien ligada; y, sorprendente para un menú del día, unos tacos de atún a la plancha, acompañados de tartaleta de patata, hongos y zanahoria, estupendos de sabor.
Pero atención al resto de la oferta de ese día: crema de calabaza y coco; mozzarella con tartar de tomate y aguacate; frito de verduras; croquetas de camaiot o de chipirón; espaguetis con salsa de queso y sobrasada; tumbet con huevo frito; y como principales: canelón de lechona; lechona asada; pollo teriyaki; frito de cordero; calabacín relleno de marisco; frito marinero; bacalao gratinado y atún rojo a la plancha. Para terminar, disfrutamos de un sabroso pudding con helado entre unos postres donde también se podía elegir flan de nata, gató, banoffee, tarta de queso con chocolate o fruta. La lista de vinos, amplia, especialmente de la zona. Buen restaurante de menú diario con la esencia de una cocina bien rodada en el celler familiar, que ha sido capaz de perseverar en ese concepto tradicional, honesto y de calidad.
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