Hay momentos en los que uno se siente verdaderamente privilegiado, sí, sobre la masa, sobre lo común y corriente. No se trata de esnobismo, al contrario, se trata de reconocer con humildad lo extraordinario que la vida nos regala y lo importante que es darse cuenta de ello. Sucedió cuando asistimos a la cena que nos ofreció Antonio Sevilla en su casa, que no es otra que el monasterio de Miramar, que fue lugar de retiro y contemplación del inmenso Ramón Llull, y después una de las propiedades del archiduque Luis Salvador de Habsburgo, que fue su primera propiedad adquirida en Mallorca y de quien lo heredó su bisabuelo, que fue secretario del genio que más ha querido a Mallorca desde que llegara a la Isla siendo solo un joven con ansias de vivir, saber y conocer, más allá de la Corte imperial y sus limitaciones.
Cena en Miramar
El escenario de la cena de Antonio Sevilla no es otro que el monasterio que fue lugar de retiro y contemplación de Ramón Llull
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