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Un informe del Banco de España ha llegado a la conclusión de que, en España, los jóvenes son más pobres que los viejos y que cada vez lo son más. Los economistas han revisado los ingresos y el patrimonio de las familias según su edad y apuntan a una división generacional: los mayores tienen vivienda en propiedad que cada vez vale más y cobran pensiones que se revalorizan. Los jóvenes acceden a salarios cortos que crecen poco y con ellos no les da para comprar un piso. Ni salario ni patrimonio. La cuestión se arrastra desde hace unas cuantas décadas y ya fue un tema recurrente durante la crisis económica cuando padres y abuelos tuvieron que sostener a hijos y nietos. Con el informe sobre la mesa se ha vuelto a poner en cuestión la solidaridad generacional, el gasto en pensiones o el desequilibrio demográfico en un país con una edad media cada vez más elevada.

Parece que existiera un problema de exceso de abuelos millonarios: señores que miran obras vestidos de Prada y señoras que van a buscar a sus nietos a la guardería en limusinas. En los viajes del Imserso no admitirían menos que caviar y Dom Perignon de aperitivo, dada la opulencia en la que nadan los jubilados. Según se escucha en algunos discursos resulta que hay un problema en que los nacidos hace seis décadas viven demasiado bien. Se desplaza así el foco de las condiciones lamentables generalizadas desde hace unos cuantos años mientras se ensalza lo preparados que están los jóvenes. Eso ahorra tomar medidas para abordar el problema real de quién está mal y el por qué, algo bien identificado en el informe: vivienda y condiciones laborales. Así, la brecha se resolverá por simple biología. A medida que se extingan a los que ahora les va mejor se igualará la situación. A qué confiar en políticos y economistas cuando la vida ofrece una solución. En cien años, todos iguales. Siempre pasó.