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Supongo que hay personas que nacen con el gen de las adicciones activo y personas que no. Yo soy de las segundas. Jamás he sentido la menor tentación de hacerme esclava de nada y mis experiencias con yonquis y demás gentuza me han servido de antídoto eficaz para toda la vida. Sin embargo, parece que la rara soy yo, que lo normal es ser adicto a alguna sustancia química que le proporcione a tu cerebro las sensaciones que de otro modo no tienes forma de obtener. Desde los locos que se aficionan a los deportes de riesgo para sentir la adrenalina a los psicópatas que acaban siendo asesinos en serie, hay mil gradaciones en eso de las adicciones. Las más corrientes en nuestro entorno son el alcohol y el tabaco, tan aceptadas en la sociedad que a casi nadie le resultan problemáticas. Un poco peor vistas, pero se ve que igual de populares, son el cannabis y la cocaína. La heroína arrastra mala fama porque los yonquis dan grima. Los hay adictos al trabajo, a la fama, al sexo… todo lo que proporcione alguna efímera dosis de placer o te infle el ego. Me atrevería a afirmar que la mayoría son hombres. El caso es que desde hace un tiempo han surgido nuevas ‘modas’ para los drogatas que están alcanzando inesperadas cotas de éxito. Al peligroso fentanilo le sigue ahora el snus, una guarrada nacida en Suecia y Noruega que rápidamente se ha consagrado en Estados Unidos, el país de los yonquis. Es una variante del tabaco que se toma en bolsitas colocadas en las encías. Algo repugnante que no quiero ni imaginar cómo te dejará la dentadura después de unos años de consumo. Pero no acaba ahí la nueva tendencia, porque en EEUU han inventado otra más, las bolsitas de nicotina. Así, a pelo. Es cosa de machos, dicen.