Menudo meneo le dimos el otro día a Oxford los de Cambridge. Casi un largo y medio de ventaja (y eso que el marca se nos fundió al final). Con la Oxford-Cambridge me une una relación un tanto sentimental desde que de niño me sentaba ante la tele a seguir la regata por la Primera y los nombres de los puentes de Putney, Hammersmith, Barnes y Chiswick llegaron a hacérseme tan familiares como el hecho de que por entonces nunca ganara Oxford. Supongo que por eso mismo, contemplándolo ahora con la perspectiva que aportan los años, no puedo dejar de distinguir mi propia evolución ideológica en el modo en que he ido madurando mientras veía a los remeros de Oxford y Cambridge dar paladas sobre las aguas del Támesis. Así como se dice que alguien dijo, por más que no fue realmente Churchill el que lo hiciera, que quien a los veinticinco años no es de izquierdas no tiene corazón y quien todavía lo es a los treinta y cinco no tiene cerebro, a mí me ha pasado también que de niño empecé siendo de Oxford por ese idealismo juvenil que te lleva a ponerte siempre del lado del más débil, luego caí en un periodo de desilusión y pesimismo en el que incluso me abstuve de seguir la regata, y desde que me he vuelto de un pragmatismo más liberal y soy más de Cambridge no he vuelto a perderme ni una. Ochenta y siete victorias llevamos ya con la del sábado.
Una vida en las regatas
Palma04/04/24 0:30
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