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El 11 de febrero del presente año se cumplió el sesquicentenario de la instauración por primera vez en España de una república. La aspiración mayoritaria de los revolucionarios de la ‘Gloriosa’, como lo es de los separatistas de hoy. Por lo que no está de más que la recordemos, especialmente en su final. Pues su último año de existencia fue en realidad una ‘dictadura republicana’. Demostrándose una vez más que el vocablo ‘república’, como mero lenguaje, no significa prácticamente nada.

Duró poco. Desde el 3 de enero de 1874, día en que fuerzas de la guardia civil al mando del coronel De la Iglesia, en ejecución del golpe de Estado del general Pavía, disolvió el Congreso republicano federal y nombró al general Serrano como jefe de aquel Estado republicano unitario, hasta el 29 de diciembre del mismo año, cuando el general Martínez Campos, se pronunció en Sagunto; restaurando la monarquía borbónica, en la persona de Alfonso XII, hijo de la derrocada (en 1868) Isabel II. República, que en su primera etapa fue un guirigay -cantonalismo incluido- y en la última, militar y autoritaria; cuyas primeras medidas fueron suspender garantías constitucionales y a cinco días de instaurada, emitir un manifiesto a la nación, con alarde de peculiares principios ‘liberales’, que decía: «Con el advenimiento de este poder no se destruye la ley fundamental; solo se suspende para que en realidad resplandezca y domine, una vez vencida como esperamos, la anarquía material y moral que hoy nos devora (…) Los partidos que están en el poder hicieron la revolución de 1868 y la constitución de 1869 y no condenan ni destruyen su propia obra (…) Como el escultor modela su estatua en barro (…) creemos llegada la hora de fundirla en resistente bronce gracias al duro crisol y al fuerte molde de la dictadura».

Correlativamente se disolvieron reuniones y sociedades políticas en las que se presumía conspiraba contra la seguridad pública, los altos cargos, los sagrados intereses de la patria, la integridad del territorio español y el poder constituido. Atribuyéndose a la jurisdicción militar el conocimiento de los delitos de resistencia a la guardia civil etc.

Y como moraleja: Conviene recordar la historia para evitar repetirla y cuando fluye lo que será historia, tener cuidado de quien carece de escrúpulos y es capaz de cualquier cosa para alcanzar su objetivo personalísimo, pese a quien pese.