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Hay algo en lo que soy muy bueno y es en hacerme preguntas sin mucho sentido. Una de ellas es cómo eligen los futbolistas profesionales el jugador que se tumba en la barrera cuando el rival tira una falta al borde del área. Eso es moderno, de ahora. Una modernez estúpida como la mayoría de moderneces del fútbol y de la vida en general. Estoy convencido de que mi rol, si yo jugara en un equipo sería ese. El ‘tumbao’ de la barrera. Yo siempre he sido disciplinado en estas cosas y si hay que tumbarse, me tumbo. Siempre corres el riesgo de que uno de tus compañeros al saltar aterrice con los tacos sobre tu estómago, pero rara vez te golpea el balón. En todos los partidos que veo que uno se tumba bajo los pies de la barrera, la pelota siempre sale hacia la grada. Seguro que los entrenadores le encuentran sentido, porque los entrenadores son muy suyos, como los periodistas, que también somos muy nuestros. Se tumbó uno un día vete tú a saber dónde y en qué partido y ahora todos los equipos hacen lo mismo. Y como quien no quiere la cosa vas por la calle y te encuentras a un tipo tumbado en plenas Avenidas pensando que se ha caído o está borracho y resulta que está ahí por si acaso alguien va y tira una falta. Casi todo lo moderno resulta especialmente inútil, como los tapones de las botellas que quedan pegados por un fino hilo de plástico al cuello del envase o los políticos con sus comparecencias sin preguntas para evitar responder sobre situaciones que les resultan incómodas. No todo lo moderno es malo, pero rara vez supera lo tradicional. Seguro que el que se tumba en la barrera está de acuerdo.