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El hombre del hombre es hermano, derechos iguales tendrán, la tierra será el paraíso, patria de la humanidad, agrupémonos todos en la lucha final, y se alzan los pueblos por la internacional». Así reza el texto de La Internacional Socialista himno compuesto en 1888. Probablemente los del lenguaje inclusivo rechazarían hoy la primera frase.

El proyecto socialista, de izquierdas, nunca fue nacionalista porque su patria era la humanidad. La asunción del nacionalismo excluyente por diversos partidos de izquierda es algo muy moderno que no tiene sentido. Decía recientemente Javier Cercas «¿Cómo es posible que la expresión nacionalismo de izquierda no sea considerada entre nosotros una contradicción en sus términos?»

Es asombroso que responsables de Sumar procedentes del partido comunista o de grupos de extrema izquierda abracen sin rubor la causa independentista de Junts y otros. Si algo define al socialismo es el concepto de igualdad y si algo identifica a los nacionalismos es la exclusión de los desiguales. Es incomprensible que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, hable una y otra vez de una mayoría de progreso cuando tiene como aliado a un partido que representa la derecha más rancia de un nacionalismo discriminatorio. Un nacionalismo que excluye a los que no son ‘verdaderos catalanes’, como si solo pudiesen ser buenos catalanes los que llevan flequillo y se esconden en el maletero de un coche para eludir responsabilidades.

El nacionalismo es esencialmente un sentimiento que se opone al razonamiento lógico. Las singularidades de la población de un territorio no pueden quedar anuladas por un principio de identidad que decide quienes son auténticos ciudadanos.

Y si esto es válido para Catalunya o País Vasco respecto al resto de España (no hay una sola manera de ser español) también lo es dentro de Catalunya o del País Vasco (no hay una sola manera de ser catalán o vasco).

Resulta inverosímil que en España una parte de la izquierda haya abrazado las causas independentistas y el derecho de autodeterminación. Es inconcebible que a un gobierno de pseudo progreso no le resulte inadmisible privilegiar financiera y fiscalmente a unas regiones, precisamente las más ricas de España. Si este criterio se aplicase a la Unión Europea no sería posible hacer políticas de integración, no digamos ya de igualdad.

Mientras la Unión Europea lucha por conseguir una mayor integración y busca desesperadamente elaborar una política inmigratoria común, algunos consideran que si no llevan barretina o boina no son ciudadanos con igualdad de derechos, no digamos si no hablan catalán o euskera.
Todo esto con la complicidad de una izquierda que necesita de sus votos para gobernar. Se diría que lo de que el hombre del hombre es hermano se ha quedado más bien en hacer el primo.