Ahora que llega la Navidad y los niños hacen sus cartas a los Reyes Magos y/o Papá Noel, hay unas imágenes que no se me borran de la memoria. Un hombre lleva en brazos a un bebé. Tiene la cara manchada de tierra, los ojos abiertos y negros, sin vida. El bebé está rígido, igual que un muñeco, mientras lo exhibe ante las cámaras. A su alrededor, todo está destruido. Cada día nos levantamos con imágenes similares: niños ensangrentados, con vendas en la cabeza, con los labios hinchados, los ojos secos de llorar. Los colegios reventados por bombas, las plantas de pediatría asoladas por los cañonazos. Niños que esperan sentados junto a los escombros a que alguien rescate a su madre. Niños perdidos que deambulan ante las cámaras, buscando a su familia. Niños que son sacados de las aulas para ser detenidos por haber tirado piedras.
Muñecos
Palma19/12/23 0:29
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"No hay justificación. No hay excusa." Totalmente de acuerdo. ¿Qué podemos pedir a nuestras generaciones futuras si saben o sabrán que somos testigos impasibles ante tanta aniquilación? Ocurra donde ocurra, no hay excusa.