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Llevamos algo más de una semana horrorizados con la matanza de Hamás y la aterradora venganza de Israel, y horrorizados no se puede pensar. Ni siquiera Conrad pudo en su descripción del horror; ni siquiera la Biblia. Pero el PP parece que sí. Ya no le bastan ETA y Bildu para acusar a Sánchez y sus socios de cómplices del terrorismo, les ha faltado tiempo para añadir la matanza de Hamás a ese lote de iniquidades gubernamentales. De la guerra todo se aprovecha, aunque sea la prehistórica guerra de exterminio de Gaza, atroz y antediluviana, pero con misiles. Cualquiera diría que de estas mortandades también tiene la culpa Sánchez, por tibio, equidistante y remiso a distinguir el bien del mal. La legítima defensa del terrorismo. Tampoco nos extraña, porque hace décadas que cualquier mínima objeción o comentario a las prácticas letales de Israel (de su Gobierno) en la franja de Gaza, aunque venga de la ONU, es calificado de idiotez buenista y connivencia con el terrorismo islámico. Entre esta posición extrema y el silencio también extremo que provoca el horror, esta última semana hemos escuchado y leído toda la gama intermedia de opiniones, explicaciones y matizaciones; todas las palabras posibles y también las imposibles, ya que si bien horrorizado no se puede pensar, sí que se puede largar, y por los codos. Es decir, por las emociones convertidas en dogmas ideológicos de inexorable cumplimiento. Como cuando el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, aseguró que todos los habitantes de la franja son animales. Todos. El presidente Isaac Herzog fue más preciso, y responsabilizó del ataque a «toda Gaza», porque «todos los civiles estaban informados de lo que iba a pasar». Eso sí que es bíblico, como el diluvio universal. Y parecido a lo que dijo el pope Cirilo de Moscú sobre los ucranianos, cuando bendijo a Putin. Encantado de que además de una guerra al este, ahora tengamos otra al sur. Te horrorizas mires adonde mires. Imposible pensar; Conrad lo llamó el corazón de las tinieblas. He leído cientos de declaraciones estos días. Es angustioso ver los esfuerzos lingüísticos y contorsiones ideológicas de la mayoría, para no parecer terroristas. Salvo esos valientes sin pelos en lengua mencionados, que todo lo aprovechan. Quizá ahora sería mejor no leer tanto.