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Erraban quienes creyeron que la democracia española había tocado fondo con la primera tanda de cargos de Vox surgida de las elecciones municipales y autonómicas, tanda en la que había de todo, menos fervientes demócratas propiamente dichos. Se equivocaban también quienes, antes de ese infausto y nutrido desembarco, consideraron al pionero García Gallardo, elevado a la vicepresidencia de Castilla y León porque a Abascal le olió a vicepresidente desde el primer momento, como un insuperable síntoma del sueño de la razón electoral. Pecaron de optimismo: hasta los recientes nombramientos de Vox en las comunidades rezagadas, Aragón y Murcia, no se han escuchado los más nítidos y espantables ronquidos de ese sueño.

De José Ángel Antelo, el nuevo vicepresidente de Murcia, ese señor tan alto porque jugaba al baloncesto, cabe decir dos cosas: que le quita el sueño el Mar Menor, pero no tanto porque esté medio muerto por los nitratos de la agricultura y la saturación turística, como porque las medidas necesarias para su regeneración ‘criminalizan a sectores muy productivos de la región’, y que, al contrario que García Gallardo, que no se sabe bien de qué se ocupa, él acumula Seguridad, Interior y Emergencias. Sin embargo, de los recién nombrados directores generales de Justicia y Caza del gobierno de Aragón, sí que se pueden decir más cosas.

De ambos, Jorge María Valero, de Caza y Pesca, y Esmeralda Pastor, de Justicia, se puede decir que se han hinchado en los últimos días a borrar su rastro de las redes sociales, pero vayamos por partes: Valero aparecía en ellas como un dinámico y rendido fan de Millán Astray y Esmeralda Pastor, a la que el PP le ha dado la dirección ¡de Justicia!, gustaba retratarse con la bandera franquista del aguilucho, o, como decíamos en la mili, de la gallina, amén de retuitear toda suerte de enormidades. Y luego se queja el PP de que nadie quiere pactar con él.