TW
0

Resulta difícil mantener la dieta anunciada cuando el cartero llama a tu puerta, además, como ya lo contó el cine, siempre te da el timbrazo dos veces. Me las prometí a lechuga verde y morada, me dije a mí misma que agua. Tanta calentura no augura nada bueno. Confieso que volví a caer y me zampé el bronca a bronca de dos candidatos a la presidencia. La vergüenza ajena que sentí como periodista al ver a Ana Pastor y Vicente Vallés, convertidos en cronómetros y olvidando la razón de ser del oficio, me llevó de nuevo a abrir la boca. Del empacho al bicarbonato.

El jueves volví a la dieta electoral. Gracias a Las vidas que no viví, de Patricia Almarcegui, que eligió Mallorca para su primera presentación, de la mano de Begoña Méndez, que no solo lleva preparado el guión sino que sabe de lo que habla. Tras los Cuadernos perdidos de Japón, Patricia nos traslada al corazón de Menorca y de Irán a través de dos mujeres, en una novela corta en espacio y profunda en sus costuras. Sí, hila fino Patricia. Ya le estoy hincando el diente a su texto. Porque de la buena letra no hago régimen.

El desmigue de Las vidas que no viví nos puso los dientes largos a una audiencia de emociones que congregó Olga Martínez, creadora de ese territorio prodigioso que es la editorial Candaya junto a Paco Robles, cuya muerte temprana, traicionera, al poco de empezar este 2023 de tantos duelos ya, fue sacrificada en nombre de la vida. Paco estuvo en la librería La Salina para escuchar emocionado el porqué hay ausencias que llenan la vida. Como la suya. O la de Avelino Hernández, o la de Pedro Andreu. O la de mi tía Isabel Ramírez, que tanto me enseñó sin apenas decir nada.

O esas vidas que se pierden en naufragios como el que da arranque a la última novela de Patricia, o las que se posan en partículas en el fondo de este Mediterráneo, voraz estómago de los sin nada, convertidos en estadísticas despiadadas, como el cadáver de la mujer identificada como Cuerpo 7. Hay jardines y huertos en el patchwork de Patricia, hay diálogos que narran historias en formato píldora, de un Irán mordaza de mujeres, de disidentes, y de una isla, Menorca, que también se ha sumado a la codicia y está vendiendo su alma al diablo.

Sin leerla aún, atisbo que Patricia, que vive en Menorca y habita el mundo, lanza un SOS sin estridencias pero contundente. ¿Qué estamos haciendo con nuestras tierras, porqué estamos entregando la memoria de millones de jardineros de estos huertos que nos han alimentado en nombre de una riqueza fugaz, mortal? Dejemos que dos mujeres hablen de la vida, porque cuando una joven y una anciana hablan y callan, suceden milagros.

Estoy de pie sobre la tierra, con mi

cuerpo,

que, como el tallo de una planta,

absorbe viento, luz del Sol y agua

para vivir.

Fértil por deseo,

fértil por dolor,

sobre la tierra estoy,

para que los astros me adoren,

para que las brisas me acaricien.

Forugh Farrojzad

Fragmento de Sobre la tierra