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Entregar la presidencia del Parlament a Vox por parte del PP tendrá como contrapartida (¿justa?) la investidura de Marga Prohens como presidenta del Govern, todo gracias a la abstención del partido de Santiago Abascal. De este modo, Gabriel Le Senne se une a la variopinta coleccción de personajes que han ostentado la representación de la soberanía popular de Balears. Mucho se escribe, y critica, de las alianzas entre PP y Vox para acceder a gobiernos municipales y autonómicos pero, en las Islas, como siempre, no somos una excepción.

La inquietud que genera la entrada en las instituciones de Vox es lógica, el mismo temor que originó –hagan memoria– la llegada de Podemos y sus asaltos celestiales. En qué ha quedado la nacionalización de la banca, el castigo fiscal a las grandes corporaciones, el apoyo al régimen venezolano, la equidistancia en la guerra de Rusia y Ucrania o las políticas migratorias de puertas abiertas. En nada. Sin embargo, el partido morado sí ha logrado hacer ruido, manchar la gestión con polémicas estériles que no han sabido neutralizar Pedro Sánchez o José Hila en el caso de Palma; y así pasó lo que pasó el 23-M.

Tener fuera del Govern es la lección que Marga Prohens y el PP han aprendido de estos años. La coalición con formaciones extremistas de aluvión, como Vox y Podemos, acaban hundiendo las opciones de los grandes partidos llamados a tener responsabilidades de gobierno en todos los niveles de la Administración. La pregunta que cabe hacerse es si Prohens podrá, querrá o sabrá marcar distancias con respecto a las exigencias –la mayoría peregrinas o irrealizables con el vigente marco jurídico– del populismo de Vox, evitar la traición a los principios ideológicos y sociales de su partido en Balears. Hasta ahora, eran los partidos pequeños los que temían el abrazo de los grandes. La experiencia demuestra que también se produce el fenómeno a la inversa con resultados catastróficos en las urnas.

Pilotar el acuerdo con Vox no le será sencillo al PP. Las tensiones están aseguradas a partir de ahora excepto si desde el primer momento se mantienen claros los límites y las creencias. En materia de defensa de la lengua y cultura propias de las Islas, por ejemplo. Cierto es que el destierro a Madrid de Jorge Campos puede ayudar a suavizar la escenografía, pero conviene no tener la guardia baja. La falta de contundencia contra las peligrosas ocurrencias que llegarán acaba pasando factura.

La tontería electoral

Las estupideces que hacen PP y PSOE durante esta precampaña del 23-J son claro síntoma de que todo está en el aire. La desesperación de Sánchez para lograr la remontada le ha obligado a realizar una gira por todos los medios de comunicación, incluso por aquellos en los que él mismo se había vetado. Lo del programita de jaboneo con los ministros es de traca. No crean que en el PP lo tengan mucho mejor. Montar una playa de ficción en Madrid para poner a Borja Sémper rodeado de sombrillas para presentar su particular visión del Verano azul sólo sirve para hacer el ridículo, además de ser impropio de quienes dicen tener el Gobierno en la punta de los dedos.