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En la película Las consecuencias –dirigida por Claudia Pinto Emperador en 2021–, Fabiola (interpretada por Juana Acosta) se debate entre saber o ignorar la realidad y mirar hacia otro lado. En la guerra en Ucrania, muchos miran hacia otro lado. Algunas de las consecuencias del conflicto, que la propaganda bélica pretende que no miremos, son la siguientes.

1. Drama humano. Miles de militares y civiles muertos, incluyendo cientos de niños, y 6 millones de acogidos en la UE, con su impacto en coste social. Familias rotas, odios y fuga de cerebros.

2. Subida de precios. Seria presión en la cesta de la compra. Escasez de alimentos en Kenia, Etiopía y Somalia. Precios del pan elevados en Egipto, Libia y Túnez. Muerte y hambrunas de millones de personas en África y Asia.

3. Turbulencias del sistema financiero. El bloqueo de fondos internacionales rusos hace a muchos países desconfiar del FMI y del Banco Mundial, huyendo del dólar. El alza continua de tipos complica el pago de las hipotecas, y la baja rentabilidad de las emisiones de deuda pública contribuye a que algunos bancos, incluso suizos, tengan dificultades.

4. Cambio del orden mundial hacia la multipolaridad. China crece en influencia en Asia Oriental y la India en Asia meridional. Irán ambiciona ejercer su poder en gran parte de Oriente Medio. Los países del Sur Global; es decir, los que ni pertenecen a la OTAN ni al antiguo bloque soviético, de América Latina y África o el área del Pacífico, piden su cuota de influencia internacional.

5. Crisis energética. Sin preparación estructural, se cambia al proveedor ruso por EEUU y otras alternativas más caras, incluyendo la absurda compra a Arabia Saudita de petróleo que a su vez compra a Rusia.

6. Catástrofe ambiental. Se vuelve al carbón, poniendo peligrosamente en suspenso objetivos climáticos de importancia crítica para el futuro. Europa se llena de minas que llevará décadas retirar. La riada tras la rotura de la presa de Kajovka hace explotar las fosas sépticas contaminando el agua, los cementerios se anegan y hay gérmenes de cólera en las aguas. Cadáveres y minas terrestres son arrastrados sin rumbo. Se usa munición con uranio empobrecido.

7. Edificios e infraestructuras de coste millonario pagadas con impuestos, como los gaseoductos North Stream y la presa de Kajovka, destruidas.

8. Decremento de políticas sociales como consecuencia de los reajustes en los presupuestos exigida por la UE y el incremento de los gastos militares.

Lo que pidió Putin en diciembre de 2021, recibiendo la callada por respuesta, es que no hubiese expansión de la OTAN hacia el este, alejar la presencia de misiles nucleares de sus fronteras, y que se respetasen los valores históricos, culturales y lingüísticos de la población ucraniana de habla rusa (20 %) ferozmente perseguida desde 2014. ¿De verdad era esa petición tan descabellada, tan irracional y loca, como para justificar las consecuencias y el riesgo de una guerra nuclear?

Putin deberá asumir su responsabilidad por la invasión de Ucrania, pero los políticos occidentales, que ignoraron las repetidas luces rojas de alarma, son corresponsables. No deberían escabullirse simplemente con un ‘no calculamos bien las consecuencias’.