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No siempre es fácil saber porqué un partido o un líder gana o mejor, porque no gana las elecciones. Los argumentos racionales no bastan. Vemos como Erdogan en Turquía se ha impuesto por tercera vez pese a una preocupante deriva autoritaria y con una inflación del ¡50 %! También es verdad que los observadores de la OSCE han criticado duramente la desigualdad de los medios de comunicación (40 horas para Erdogan, 38 minutos para el otro candidato).

Para ganar se necesita no tanto que se hayan hecho las cosas bien como que los ciudadanos tengan la percepción de que se han hecho bien. Percepción y confianza son decisivos. Churchill ganó la guerra, pero no las elecciones posteriores para construir la paz. Adolfo Suárez fue elegido para desmontar el franquismo, pero no recibió la confianza para gobernar el verdadero cambio. Felipe González ganó las elecciones del 6 de junio de 1993 pese a haber devaluado la peseta el 13 de mayo y otras dos veces en los 9 meses precedentes. Algo tiene que estar muy claro. El pueblo no se equivoca o elige mal, simplemente opina. El error estará en los políticos al hacer las propuestas.

Además de la percepción y de la confianza, el carisma es decisivo porque cuando hay alguien que comunica bien al frente de una candidatura, los votantes rebasan el círculo de los ‘suyos’ para desbordar en los de otros partidos o indecisos. Lo hemos visto con Ayuso en Madrid o Caballero en Vigo o incluso con el socialista Antoni Marí en Puigpunyent. Añaden entre un 10 % y un 15 % de votos a los de su partido.

No hay duda de que la seguridad, en sentido amplio, juega un papel muy importante en todas las elecciones: la seguridad ciudadana, la seguridad económica y la seguridad jurídica. La gran mayoría de los votantes quiere moderación y tranquilidad. Cuanto más se aleje un dirigente o un partido de estas dos premisas, peor lo tendrá para ganar las elecciones y si las gana o tiene buenos resultados, será flor de un día, no durará mucho. A las pruebas me remito.

No descarten a Pedro Sánchez. Su iniciativa ha cogido a todo el mundo a contrapié. La verdadera posición democrática hubiese sido convocar elecciones y a continuación dimitir asumiendo la responsabilidad de los malos resultados.

Pero no es así. Va a presentar batalla a fondo. Los narcisistas no admiten que nada ni nadie esté por encima de su ego ni tienen compasión o simpatía por nadie. Sus actos están siempre plenamente justificados. Quien se enfrente abiertamente a ellos, lo va a pasar muy mal.

¿Qué va a ser más importante en el duelo Feijoo-Sánchez? ¿La percepción o la confianza? Porque de carisma no andan muy sobrados.