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Prometer construir miles de viviendas o favorecer mediante avales del ICO la contratación de hipotecas destinadas a la compra de una vivienda, más que dar una solución, lo que hace es señalar una insuficiencia. En el caso de los jóvenes, la dificultad objetiva para hacerse con casa propia en razón del elevado precio de la vivienda bien sea en propiedad o en alquiler. Disponer de casa propia equivale a un primer paso hacia la emancipación.

Que en vísperas de unas elecciones quienes gobiernan y quienes aspiran a relevarles hayan abierto una tómbola de promesas resta seriedad a las propuestas. En primer lugar porque en el caso que afecta al Gobierno no tiene credibilidad prometer que en cinco meses se puede hacer lo que no se ha hecho en cinco años. Y en lo que respecta a la oposición porque tampoco los ayuntamientos y comunidades en las que gobiernan han acreditado mucha diligencia a la hora de recalificar terrenos para emprender proyectos de vivienda social. En el registro de promesas por encima de la posibilidad real de cumplimiento destacan las realizadas por Pedro Sánchez a costa de anunciar que se construirá un número muy elevado de viviendas en terrenos de Ministerio de Defensa a sabiendas de que el complejo proceso de transferencia de titularidad entre ministerios –de Defensa a Vivienda– y la posterior recalificación por parte de los ayuntamientos en los que se ubican los terrenos llevará meses, y, en consecuencia, la construcción de las nuevas viviendas tardará algunos años.

Ahora, el Gobierno, como quien dice en los últimos cinco minutos del partido, convoca cada dos por tres Consejos de Ministros extraordinarios –relacionados con la vivienda o la sequía– tras haber dedicado media legislatura a dar batallas sobre asuntos con escaso respaldo social. No se deberían hacer promesas que saben que no podrán cumplir. Pero en eso están.