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Hace tiempo que leí el libro a que me refiero en este artículo. La verdad es que me impactó. Sus planteamientos llevan a reflexiones sobre la vejez y su vecina la muerte, con la que se regresa al mundo del no ser. Mundo en el que, aunque no seamos conscientes de ello, estuvimos antes de nacer, y a donde la muerte nos devolverá, previo extirparnos la memoria. Su autor, Norberto Bobbio, un importante filósofo del derecho, profesor y senador vitalicio de su país; que en la última etapa de su vida fue socialista si bien en un principio, como tantos italianos de su época, había abrazado el fascismo. Pero eso apenas tiene relevancia en este contexto.

De senectute (Sobre la vejez) es el título del libro. El mismo que usaron Cierón y Séneca, si bien estos hacen apología y refutan la miserabilidad de la vejez. Hace unas semanas que lo releí selectivamente. Cuando lo leí por primera vez lo subrayé. Los subrayados me facilitaron la relectura. Releí que: «Uno dedica una vida entera a construirse una casa, sus rinconcitos, sus butacas. Y un buen día eso ya no le importa nada. Nada de nada (...) Pues la nada que seremos no sabrá de lo que hemos sido, ni recordaremos nada de la vida y de la muerte de los que estuvieron cerca de nosotros». Y sigue Bobbio: «Si muero antes que mi mujer (...) no sabré nada de su muerte. Morirá no solo sin mí, sino sin que yo lo sepa». En este caso no recordaré nada de tantísimas cosas... Mas, la vejez es un concepto vago, del que no se puede establecer exactamente cuándo empieza, aunque está encadenada con la vida anterior; la madurez, la juventud, la adolescencia y la niñez. Pudiendo decirse que es la época en que domina el recuerdo, pues el pasado es la dimensión en la que vive en mayor medida el anciano. La ancianidad o vejez, no es, pues, tiempo de proyectos; sino más bien de mementos. Sin perjuicio de poder llevar a cabo, ilusiones pendientes, aunque con paso quedo... Haciendo lo imposible para no perder tiempo, pues es el periodo vital que suele ser más corto, y el tiempo que se nos escapa nunca se recuperara. A Bobbio y a muchos otros: «No nos cabe duda de que quien alaba la vejez no le ha visto la cara». Como quien alaba la guerra no sabe lo que dice. Y para concluir, unos versos de Dylan Thomas: «La juventud llama a la vejez a través de los años agotados:/ ¿Qué has encontrado?, le grita. ¿Qué has buscado?/ Lo que tú has encontrado, responde la vejez, llorando: /lo que tú has buscado».