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A Mary Shelley, la idea para escribir Frankenstein se le ocurrió una noche mientras dormía. Yo el otro día soñé también que se me ocurría un tema para el artículo de hoy, pero cuando me desperté descubrí que realmente era una mierda de tema y hasta hace cinco minutos he estado con la duda de si venir de todas formas a contarlo aquí o no. A mí mismo como lector pocas cosas me apetecen menos que encontrarme de pronto en medio de una novela con un par de páginas dedicadas a contar las tonterías que ha soñado cualquiera de sus personajes.

Esta semana pasada, todos los periódicos han recordado que se han cumplido veinte años de la emisión del primer capítulo de Los Serrano y lo que nos ha venido enseguida a la memoria a todos al leerlos ha sido precisamente cómo los guionistas, que no sabían de qué manera cerrar la serie después de ocho temporadas, acabaron reduciendo con carácter retroactivo sus casi ciento cincuenta episodios a un sueño de Antonio Resines en su noche de bodas. Haciendo un cálculo rápido, a una media de hora y diez minutos por episodio, Resines habría necesitado dormir una semana entera del tirón para soñar todo aquello, pero eso a los guionistas no les suponía, por lo visto, el más mínimo problema de continuidad. Yo, en cambio, mi tema para el artículo lo soñé en menos de una noche –me desperté en plena madrugada para ir al baño con el tema ya soñado– y lo único para lo que me ha servido es para descubrir al lamentable articulista que soy en sueños.