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En las épocas de dictadura de masas los elementos del Estado maquiavélico acusan de los actos cometidos por las masas y sus funcionarios a minorías, extraterrestres o a los envidiados ricos. Pese a la unanimidad obligatoria nunca se sabe si quedan personas que no se adhieren a la película creada para matar la verdad y hay que calumniar a alguien para estrangular las críticas. El Estado pandémico. En principio, hubo fervor colectivo para aplaudir a los cuadros con jeringa y pistolas cuyo discurso era «si no obedeces mueres de un bicho». Luego, hubo un viraje que ya no dejaba lugar a dudas y se aplaudió igualmente el decreto de «si no obedeces mueres de la negligencia». Buscando chivos a quien acusar de actos colectivos como la fórmula «el no pinchado merece negligencia médica porque amenaza al protegido». Inventaron banqueros invisibles, masones invisibles y el terraplanismo, una demencia que patrozina el Estado prestando salas a los terraplanistas y declarándolos ‘la resistencia’ cuando son funcionarios rabiosamente narcisistas que inventan nuevas ficciones para que no veas lo que ves. La búsqueda de ficciones cada vez encubre más una política de masas donde la persona deja de existir mientras el puro número de la masa es lo que sobrevive y cuenta.

Una realidad básica es la destrucción de la propiedad. Desde hace unos dos siglos y en progresión acelerada, se destruye la noción del hogar. «Caseta mia per pobra que sia» decía bastante gente de la ciudad cuando yo me movía de niño por ella con mis abuelos. Es un concepto hoy muerto y un pilar de Grecia y Roma. El hogar no era un valor monetario sino un lugar donde estar protegido. A nadie se podía expulsar de su casa ni obligarle a hacer obras. Ni existía el nazismo españolero de trasformar la familia en una hidra y al jefe padre o madre en un fabricante de niños que mata o echa de la casa al que no es fotocopia. La casa no era del mercado. Y el Estado se venga de quienes sacarían un euro de una piedra y realquilarían sus casas. Tu casa negocio ya no es tuya. El Estado te recuerda que comprar casa es como alquilarle un trozo de pared y a pagar tributos expoliadores hasta que en caso de asfixia, te la roban. Quien cree que una casa es una corbata, acepta no tener nada suyo excepto el dinero que se puede sacar. Antes de la modernización, el Estado no podía tocar la casa ni del más pobre ni endeudado. Pero entonces no eran terraplanistas ni se protegían de quien que no lleve cinco dosis.