El sábado iba a ser el día más feliz de mi vida con la retirada de la exigencia del certificado COVID de los eventos culturales, porque un servidor está en contra de cualquier medida dictatorial y más aún cuando es una soberana tontería que promueve un chantaje: obligar a vacunarse. Craso error. Inmediatamente, lo añoré al no formarse ningún tipo de embotellamiento en la puerta de acceso. No había roces, ni toques de manos, codos, pecho y cadera, ni enfados, ni tocapelotas que te piden el libro de reclamaciones, ni gente que te tose a la cara cuando tratas de enfocar el código QR del certificado con tu pantallita, ni padres que te intentan tangar con la edad de sus hijos: «Si tiene once años», cuando le ves hasta patas de gallo, bíceps de camionero y nicotina en los dedos (y un paquete de Durex en el bolsillo trasero).
Profunda nostalgia
Palma15/02/22 4:00
También en Opinión
- Fallece Xisco Serra, uno de los culturistas mallorquines más reconocidos a nivel internacional
- La Princesa Leonor recibe un permiso especial en la Academia Militar por un motivo muy emotivo
- «Nos quedamos sin alquiler en agosto, nos están echando de la Isla»
- Mayo negro en las carreteras de Mallorca: los expertos desvelan las tres claves del repunte
- La cita más surrealista de 'First Dates': «¿No ves que estás haciendo el ridículo?»
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.