México y sobre todo Japón son los países que más me gustan entre los muchos que conozco por trabajo porque durante treinta años he escrito guías turístico-culturales de territorios de los cinco continentes (de Finlandia a la Patagonia, de Armenia a Nueva Zelanda). Japón es un país que deslumbra, es el cosmos, es la educación y el respeto, es lo opuesto al caos que representan México, con mucha gracia eso sí, y España, sin ninguna gracia, porque aquí unos políticastros de escasas entendederas, que funcionan a base de consignas asamblearias, están consiguiendo, en tiempo récord, hundirlo todo. En el país del sol naciente tengo dos grandes amigos, muy educados, cultos y excelentes personas, el señor Hiroshi Hirano , arquitecto y maestro de kendo, y su mujer, la señora Hirano, Yoshiko , excelente dibujante, especialmente de cómics y mangas. Con el señor y la señora Hirano he ido un par de veces a Yokohama dado que Yoshiko conoce muy bien la ciudad, estudió allí en una de sus escuelas con tradición cosmopolita, nos suele llevar al fascinante barrio chino de aquella urbe lleno de restaurantes magníficos. La señora Hirano nos contó la historia de Yokohama en la que tiene un papel relevante el estadounidense Matthew Calbraith Perry (1794-1858) sobre quien les voy a hablar hoy.
El comodoro Perry en Balears
24/04/21 4:01
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